Hay una teoría bastante extendida, al menos en el mundo literario, que viene a decir , formulada así a mi manera y a bote pronto, que todo lo que contiene un libro se puede descifrar ya en la primera página del mismo. Se lo escuché hace algún tiempo a un escritor de renombre que ni corto ni perezoso abrió la novela que presentaba y le dio una lección a todo el auditorio de a lo que se estaba refiriendo. No sé si esa teoría es un poco ambiciosa pero lo que sí es evidente es que la primera página de una novela es definitoria del libro. Un ejemplo es La maestra de Sócrates (Espasa). En sus primeras líneas se ve a una Diotima (que sea una mujer tampoco es casualidad, como casi nada en la obra), sacerdotisa de Apolo, enfrente de una multitud ateniense eufórica porque la ciudad se va a librar de la peste gracias a la ceremonia que va a oficiar Diotima. Son apenas 15 líneas, las de esa primera página, que trasladan al lector al año 440 antes de Cristo a Atenas que, afortunadamente, acaban siendo solo un aperitivo de lo que viene en las 260 páginas posteriores.

Laura Mas debuta en la novela con La maestra de Sócrates donde reconstruye, por momentos de una manera asombrosa, a la Atenas de entonces para centrarse en Diotima, Sócrates y, sobre todo, Eros. Un triángulo que funciona como un tira y afloja a lo largo de toda la novela, que hace avanzar la acción al ritmo que marcan las reflexiones filosóficas en un abrumador diálogo entre la sacerdotisa y el filósofo.

No es cuestión de desvelar nada de lo que sucede en la novela aunque, en realidad, una de las grandes fortalezas de este debut de Laura Mas nada tiene que ver con el argumento. Me explico. Ese éxito está alejado precisamente de un más que correcto argumento ya que, sin desmerecer este, en realidad, funciona como un pretexto para que la autora vaya desvelando página a página, una parte de la mitología griega.

Y es que más allá de Diotima y Sócrates, Laura Mas, hace aparecer a lo largo de libro a otros personajes como Pericles, Aspasia, Hesiodo,... y desvela en pequeñas dosis, suficientes para sostener la trama, algunas de las claves del funcionamiento político y de justicia de la Atenas de entonces. Incluso la novela lleva la trama hasta a una guerra en la que el campo de batalla queda difuminado por el verdadero sentido de la lucha que esconde una gran parte de filosofía de la vida.

La maestra de Sócrates es, desde luego, un prometedor debut de una escritora que deja como carta de presentación una novela documentada, con ritmo trepidante excepto en alguna escena concreta y, al mismo tiempo, pausada y reflexiva. Una invitación mayúscula a introducirse en el mundo griego en la mitología de los dioses y en las creencias de una civilización pero, sobre todo, una reivindicación en clave femenina de una persona que como dice el título de la novela, fue la maestra de Sócrates. Pese a la época que le tocó vivir y pese a todos los obstáculos que tuvo que sufrir como mujer y como extranjera en patria ajena. Diotima, al fin y al cabo, es el claro ejemplo de que la sabiduría no tiene patria. Masculina tampoco.