Joaquín Sabina tembló en el escenario. Al cantante de bombín, voz rota y rictus doliente le atronaron el sábado las entrañas y le entró el terror de escenario en Madrid. Le pesaron quizá los 65 años. Lo suficiente como para planchar el entusiasmo que tenía al principio de la actuación. Al final todo quedó en muestra de responsabilidad artística y amago de síndrome Pastora Soler, otra manera de describir el pánico escénico que muchos artistas llegan a sufrir en momentos de agobio personal. Pero es que en el caso de Sabina las muestras de inseguridad, imprecisión vocal y hasta de aparente rotura de cuerdas vocales es recibida con regocijo por el público, que ve en esos signos de debilidad un homenaje a una vida de excesos envidiables. Pese al terror, volverá a actuar este martes en Madrid.

Y tras el susto llegó la calma. El representante de Joaquín Sabina, José Navarro 'Berry', se ha apresurado a explicar que Sabina está "muy bien" pese a haber terminado de manera inesperada el concierto del sábado. A Sabina "le pesa mucho Madrid", dice Navarro. Después de "estar sin cantar dos meses, al terminar la gira en Sudamérica, debería haber ido a una ciudad más pequeña". "Pero la idea era despedirse en Madrid y Barcelona", explicó ante las cámaras de televisión.

El cantante abandonó el escenario tras una hora y cincuenta minutos y no tuvo fuelle para bises. Al final las excusas y el terror escénico fueron más noticia que la propia actuación. Y es que a Sabina hasta los contratiempos le salen lo suficientemente bordados para superar la prueba con nota. Es un artista que no engaña pese a interpretar siempre y cuyo público sabe lo que va a buscar y lo encuentra exactamente como espera, con altibajos humanos de lo más terrenal.

Dicen los que estuvieron en el concierto de Madrid que todo parecía ir como siempre. Una banda cómplice compensó la entrañable voz rasposa sabinera, buen espectáculo de primera división y público siempre disciplente y entusiasta, decidido sin complejos a corear estribillos conocidos y palabras profundas. Aplausos, baile, entusiasmo y sentimientos. Un cócktel Sabina del que el mismo debe sentirse seguro y orgulloso, sin fisuras a miedos escénicos, nunca justificados salvo por un ego adalid de la honestidad. Pero inesperadamente, Joaquín se sintió débil, más humano si cabe. Salió del escenario para que Jaime Asúa y Pancho Varona cantaran 'El caso de la rubia platino' y 'Conductores suicidas'. Sentidas excusas de Sabina y hasta la próxima.