La recreación de las proezas de tres amigos, Jean Mermoz, Henri Guillaumet y Antonie de Saint-Exupéry, que marcaron la historia de la aviación, le han servido al zaragozano Antonio Iturbe para ganar el premio Biblioteca Breve que otorga Seix Barral; y para rendir homenaje al autor de El Principito.

-La primera pregunta es obligada. ¿De dónde viene esa pasión por Saint-Exupéry? ¿Por qué decide convertirle en protagonista de ‘A cielo abierto’?

-Uno no acierta a saber por qué suceden las cosas. Lo de Saint-Exupéry es una cuestión de fascinación. De muy pequeñito leí El Principito en el colegio y aquella lectura me causó un gran impacto. No entendí del todo porque es un libro bastante abstracto y no propiamente infantil, pero había algo que me atraía poderosamente y es un hilo que fui estirando con el paso de los años. Quise averiguar quién era el señor que había escrito ese libro y descubrí que había sido aviador y firmado libros sobre aviación; leí Correo sur, Vuelo nocturno, Tierra de hombres, y me di cuenta de que empatizaba mucho con su manera de pensar porque no solo había aventura y aviación sino una mirada interior de las cosas y me resultaba muy inspiradora. Con el paso de los años ha sido una compañía que nunca me ha abandonado.

-¿Cómo fue el proceso de documentación? Tuvo que subirse a un avión y superar su vértigo…

-Tuve que hacer alguna pirueta (risas). Por un lado hay un proceso de documentación desde que decidí hace cuatro años lanzarme a contar todo esto pero también una cuestión previa de impregnación que casi es más importante, lo que he leí expresamente, antes incluso ya me había ido calando. Yo creo mucho en escribir por contagio.

-Antonie de Saint-Exupéry es un personaje muy conocido pero ha descubierto a Henry Guillaume y Jean Mermoz, que eran dos desconocidos.

-Yo también los descubro a través de Exupéry; pero me doy cuenta de que son considerados héroes nacionales. Mermoz tiene calle en casi todas las ciudades de Francia, Liceos a su nombre, sellos de correos… porque forma parte de los grandes pioneros de la aviación civil. Son personajes fascinantes también, eran gente que tenían una personalidad muy seductora y que conformaron con Exupéry una amistad siendo muy diferentes...

-Se complementaban muy bien.

-Sí y quizá por eso su amistad fue más perdurable. Uno le aportaba lo que el otro no tenía. Guillaume cierto aplomo y poner los pies en el suelo dentro de lo posible; y Mermoz es esa personalidad muy segura de si misma, inasequible al desaliento en contraposición a Exupéry, más dubitativo, más inseguro, más frágil interiormente.

-La aviación sobrevuela toda la novela, pero también hay aventuras, amistad y al mismo tiempo reflexión sobre literatura.

-Sí, porque Saint-Exupéry, que es el personaje central, era interiormente muy frágil pero al mismo tiempo muy valiente porque había que serlo para subirse a uno de esos aviones y hasta el final de su vida quiso pilotar... Cuando volaba se distraía más de la cuenta, tuvo accidentes por distracción porque el volar le producía una especie de éxtasis en el sentido poético del vuelo: la noche, las lucecitas de las casas... todo eso grababa en su mente la idea de tender hilos, tender puentes entre las personas. Es una aventurero pero también un humanista.

-Los tres se juegan la vida pero ‘A cielo abierto’ es un canto a la pasión por vivir.

-Es un tipo de riesgo no morboso, no había en ellos ninguna pulsión de muerte sino de vida, lo que hace el riesgo de la aviación no es acercarlos a ese placer masoquista por la muerte sino por la vida. Eran grandes vividores cuando ponían un pie en el suelo. Exupéry era una persona muy nocturna, despilfarradora, noctámbula, que le encantaba cantar... no eran gente oscura ni mucho menos.

-También nos descubre al Exupéry hombre.

-Todos estamos hechos de muchas piezas. Cuando Exupéry se sentaba a escribir emergía el moralista y cuando salía por la calle emergía el vividor, el trasnochador, el derrochador. Nadie es de una sola pieza, los santos solo están en las iglesias, metidos en una hornacina. Era muy humano, incluso lleno de debilidades pero eso engrandece todavía más al personaje.

-¿Cuanto hay de imaginación y cuánto de realidad en la novela?

-Yo quisiera que fuera una obra de ficción verdadera. Toda la documentación es verdadera, cierta, los lugares, las fechas... y lo que sí hay es una especie de argamasa de imaginación que une todo y argumenta allá donde no llega el dato enciclopédico, que no nos puede mostrar la vibración del personaje, el temblor, que es lo que tiene que mostrar la literatura.

-Le gustan los libros con propósito. ¿Cuál es el de éste?

-El propósito es mostrar en un mundo en el que a veces el moralismo no está de moda, que son más seductores los personajes amorales, esa especie de familias desestructuradas, el drogadicto, el alcohólico, eso tiene en la literatura mucho más prestigio, pero yo quería mostrar la figura de alguien que no trata de dinamitar, sino de construir. Decía algo así como que antes de recibir hay que dar, igual que antes que habitar hay que construir. Yo creía trasladar esa visión del mundo que nos quiere decir que para que nazcamos como personas lo importante es darse a los demás, ahí es donde nosotros nos elevamos por encima de la categoría de animales y podemos empezar a hablar de humanidad.

-El éxito de ‘El Principito’ ha sido una cortina de humo que ha tapado a un gran autor.

-Sí, ha tapado. Incluso en Francia, a algunos les hablas de Exupéry y dicen «ese autor infantil de El Principito», cuando tiene mucha más obra detrás, y libros que son joyitas. Tierra de hombres es un libro maravilloso, que relata todas sus aventuras de aviación, de crónicas que se han reunido en un libro. En cierta época que él escribe para varios periódicos franceses e incluso viene a España a hacer crónicas de la guerra civil y son piezas fantásticas, que se adelantaba al nuevo periodismo 25 o 30 años incluso. En ese sentido El Principito ha opacado el resto de su obra, que es muy interesante.