Uno de los casos más curiosos de la filmografía histórica española es la película Carne de fieras. Filmada en 1936, en el Madrid en vísperas de la contienda civil, por Armand Guerra, estuvo durante casi sesenta años desaparecida, hasta que la Filmoteca de Zaragoza, en colaboración con Ferrán Alberich, procedió a su restauración y estreno, en el año 1991.

Veintitrés años después de su tardío estreno, Carne de fieras acaba de inspirar un argumento de ficción, una novela de aventuras y sentimientos a Teresa Viejo, Que el tiempo nos encuentre (editorial Martínez Roca), libro que esta tarde se presenta en la Sala Ámbito. No es el primer título de ficción de la conocida periodista. Debutó con La memoria del agua, que obtuvo excelentes críticas.

Que el tiempo nos encuentre es una novela de sentimientos a partir de uno de los más dolorosos que puedan albergarse: el de verse obligado a exiliarse del propio país.

Fue lo que les sucedió a los republicanos españoles al término de la contienda bélica. Muchos de ellos, como es sabido, se dirigieron a México, donde a principios de los años cuarenta del pasado siglo, ya había constituida una colonia de gran importancia numérica, y de mayor prestigo proporcional atendiendo a la calidad de sus miembros. Profesores, artistas, escritores, cineastas... Las universidades y ciudades mexicanas albergaron a algunos de los mejores cerebros de la época, como Américo Castro, Ramón J. Sender o Luis Buñuel. Su aportación, en las mil formas del conocimiento y la creatividad, supuso un revulsivo para los países de acogida y un estilo intenso y honesto de combatir las hieles del exilio.

La novela de Teresa Viejo recupera ese espíritu, insuflándoselo a una serie de personajes envueltos, o revueltos, mejor, en la búsqueda de las esencias, placeres y misterios de la vida. Veracruz, Puebla y Distrito Federal ejercen como estimulantes localizaciones de las peripecias y avatares de los miembros de una familia española. De sus mujeres, sobre todo. De Berta, que sacrificará su vida. De Aurora, que la entregará a la vocación de actriz. De Isela, de Edwina... hasta componer un rico fresco literario en el que rezuman los colores, sabores, texturas y, muy en especial, los corazones de un puñado de seres humanos empeñados en encontrar y experimentar la felicidad, a pesar de la lejanía, el dolor y el olvido.