Son las doce de la mañana y David Rubín se pasea por el Salón del Cómic de Zaragoza cuando le reconoce un seguidor suyo y se para un momento a hablar con él. Un poco más allá, Aroha Travé dialoga con sus seguidores en el estand de la Fnac mientras firma ejemplares de su Carne de cañón y en el puesto de Malavida la confraternización es la norma de cada año. No es casualidad que digan los autores que se sienten muy bien tratados en el Salón del Cómic de Zaragoza en el que más allá de cifras y posibilidades de negocio, prima el buen ambiente y el trato horizontal entre los dibujantes consagrados y otros que están empezando incluso desde los fanzines. Todo esto viene a que la segunda jornada del Salón del Cómic de Zaragoza que se acaba de clausurar en la sala Multiusos del Auditorio ha sido el claro ejemplo de la filosofía de una cita que, desde el principio, ha primado más la comodidad y la experiencia que tratar de acumular cifras a golpe de récord (aunque curiosamente han acabado llegando también).

A primera hora de la mañana, con ya una gran afluencia en la sala (cosa que sorprendía a algunos libreros), en los corrillos se hablaba del gran viernes que se había vivido en todos los sentidos en el Salón del Cómic de Zaragoza. Y había, cómo no, grandes expectactivas para el sábado. ¿Con razón? La respuesta a esta pregunta se resume con una imagen, la de larga cola que había ya para comprar una entrada a las 17 horas (cuando se abría el Salón del Cómic en su horario de tarde) que ha sido constante a lo largo de todo el día y que ha hecho que más avanzada la tarde hubiera que cerrar temporalmente las puertas al completarse el aforo.

Los coloquios matinales contaron con gran afluencia de público en especial El poliamor en tiempos de Tinder pero los de la tarde no le fueron a la zaga con especial mención a los de bien avanzada la tarde con una interesante mesa redonda titulada 30 años de dibujantes españoles en USA, que reunió a Iban Coello, David Rubín y David López moderados por Paula García Gil.

Y mención especial merece el espacio infantil que se habilita todos los años y que sirve para introducir en el mundo del tebeo a los más pequeños que, además, cuenta con el refuerzo de Chispandora en modo cuentacuentos. En los dos días (contando el viernes y el sábado) hubo pocos instantes en que la pecera estuviera vacía. Y es que así es este Salón del Cómic de Zaragoza, abierto y plural con actividades para todas las edades y que hace sentirse a los autores como en el salón de su casa.