"Hoy todos somos Héctor Chimirri". Así resumió su viuda, Marta Belluscio, el sentimiento generalizado en la presentación del libro de Arturo San Agustín Estoy en Buenos Aires, Gordo (Ediciones B). Si al entierro del periodista argentino asistieron 150 personas, el miércoles fueron más de un centenar los que se agolparon en un bar de Barcelona para dar su bienvenida al retrato que San Agustín ha esbozado sobre la Argentina actual y que tiene a Chimirri como "hilo conductor": contradictorio, culto, exagerado, arbitrario, creativo, apasionado y como apunta Juan Sasturain en una de las entrevistas que dan vida al volumen: "El era Argentina".

Secuestrado y torturado en su país, Chimirri llegó a España en 1978 y fue uno de los protagonistas del nacimiento del grupo Zeta. Responsable del lanzamiento de Ediciones B y de la revista CO&CO, redactor en jefe del Dominical y --como le gustaba definirse por encima de todo-- "organizador de derrotas" murió en Barcelona el 3 de febrero de 2002 a los 60 años.

Su inseparable Marta alabó el "vómito emotivo" que San Agustín ha configurado de su Argentina, que en el 2002 fue "golpeada una vez más", esta vez por el corralito, y a dónde el autor, cronista y reportero de EL PERIODICO, se dirigió para hacer una serie de reportajes.

"Lo que más me impresionó fue tener la visión que esto nos podría pasar en un futuro a nosotros", afirma San Agustín que cree que las clases medias están en peligro de extinción porque "resultan demasiado caras". En su estancia en Argentina, San Agustín tuvo la oportunidad de conocer historias estremecedoras como la de la muerte de otro afamado Gordo, el también periodista Horacio García Blanco "que necesitaba un trasplante de corazón pero no pudo sacar la guita del banco para viajar a España".

Estoy en Buenos Aires, Gordo es, como apunta Belluscio "un libro atípico, no encuadrable en ningún género" de un periodista que aboga por "la vuelta a los géneros". Pero es que la personalidad del Gordo traspasaba --como su Argentina-- las definiciones formales. Cinéfilo empedernido, compartía con San Agustín la fascinación por las películas de mafiosos. De hecho, el libro salió a la calle poco después de la muerte de Joe Viterelli, uno de los matones más admirados por el Gordo, frustrado doble de Francis Ford Coppola.