Hay un dicho que sostiene que un niño nacido en los pasados años 60 vivía en un ambiente más cercano a los principios del siglo XX que a su final. Solo hay que ver las imágenes captadas en la España rural y "profunda" en esa década y la siguiente por Rafael Sanz Lobato para convenir que es cierto. Pueblos con calles sin asfaltar, tejados sin antenas de televisión, con mujeres vestidas de negro y gentes "atemorizadas por el peso de la vida religiosa y social" conformaban el paisaje de esa época "no tan lejana", como bien apunta Chantal Grande, comisaria junto a David Basells de la exposición Fotografías 1960-2008.

Una muestra que reúne en la Lonja de Zaragoza, dentro del festival PhotoEspaña, 137 instantáneas realizadas por un autor de reconocimiento tardío (marginado por su ideología republicana), pero final y unánimemente apreciado como uno de los grandes nombres de la fotografía de nuestro país, lo que le valió el Premio Nacional de Fotografía en el año 2011, a pesar de que desde hace años "tiene graves problemas en la vista, con un campo de visión muy reducido, pero que no le ha impedido no solo seguir tomando las imágenes sino también revelarlas", explican los comisarios.

Sanz Lobato, explica David Basells, "pertenece a una generación de fotógrafos de la posguerra cuyo trabajo, a partir de los años 50, sintonizaba con otro tipo de imágenes alejadas de las herencias de preguerra como las vanguardias históricas, y fueron influenciadas por el neorrealismo italiano gracias al cine, ofreciendo una producción documental excepcional". Así, Sanz Lobato documenta esa España "negra", de "tiempo de silencio", plasmada en blanco y negro que ofrecía escenas que, aunque parecen en muchos casos de un siglo anterior, pertenecen a los años 60, 70 y 80.

COMPLICIDAD El autor captura así para el espectador ese salto cultural que se produce entre esas décadas y los años posteriores, retratando a las gentes "y todo lo que está pasando a su alrededor, que es lo que explica el porqué de esas caras, de esos ritos ancestrales, y lo hace con tremendo respeto hacia la gente que fotografía, con la que consigue una gran complicidad como puede verse en sus rostros y miradas, y mantienen su dignidad", explica Chantal Grande, quien apunta que el trabajo de Sanz Lobato inspiró la trayectoria, también muy centrada en la antropología, de Cristina García Rodero.

La exposición que puede verse en la Lonja está dividida en varias series temáticas, entre las que destacan Rapa das bestas, sobre la fiesta gallega en la que se cortan las crines a los caballos; Auto sacramental de Camuñas, en el que los personajes representan el bien y el mal; Caballada de Atienza, un rito ancestral en la que una cofradía, heredera de la cofradía de arrieros, conmemora cuando sacó de esa localidad al rey Alfonso VIII, que contaba con tan solo cuatro años, disfrazado como uno de ellos para que pudiera huir de las tropas leonesas que cercaban la ciudad. O los Bercianos de Aliste, que inmortaliza la Semana Santa en dicha localidad zamorana, con procesiones tan singulares en las que los viudos visten capa zamorana y el resto de cofrades su mortaja, es decir, el sudario con el que serán enterrados que ha sido confeccionado por su novia como una parte más del ajuar.

Pero hay más, como gentes en las fiestas de San Fermín, la timidez de una niña y una chica joven que, en un pueblo perdido, ofrece su belleza a la cámara del autor; niños con gesto orgulloso por tocar el tambor en la fiesta de su pueblo a pesar de llevar un jersey agujereado; un maletilla al que le han dejado un traje de luces que le viene grande y no va a poder actuar por ello, lo que le ortorga un aire de tristeza en la espera de esa oportunidad que le permita darse a conocer y salir de la pobreza.... "son como cuadros de Goya, como tragedias de teatro griego", dice Chantal Grande.

Las últimas obras de Sanz Lobato, condicionadas por su enfermedad visual, se centran en retratos realizados en su estudio a numerosas personalidades el arte, intelectuales o toreros, y bodegones, sin que ello impida apreciar en estas obras la pasión por la fotografía que siempre ha mostrado el autor, ni la ruptura de unas imágenes increíblemente modernas que han marcado a las generaciones posteriores.