«No me gusta vivir del recuerdo; he hecho más de 40 películas y hago todo lo posible por no verlas», confiesa Carlos Saura en un momento de Saura(s), que Félix Viscarret presentó ayer fuera de concurso en el certamen donostiarra y en el que reflexiona acerca de la vida y la obra del maestro aragonés a través de una serie de conversaciones con quienes mejor lo han conocido: sus hijos.

Desde las primeras escenas, Saura se muestra como un objeto de estudio amable, pero también agresivamente reacio. Como resultado, el documental es una fascinante batalla de voluntades: por un lado Viscarret trata incansablemente de que su protagonista se abra a éL. Por otro, Saura muestra un empeño que raya lo maniático en proteger su propia intimidad.

Toda la película se nutre de ese tira y afloja. La cámara de Viscarret hurga incansable en el despacho de Saura, cuyas paredes permanecen recubiertas de dibujos y fotografías. El director de La caza empezó a documentar su vida en imágenes cuando, a los 8 años, se enamoró por primera vez. «Era una niña muy guapa, y quise hacerle una foto». Para ello, recuerda, le robó una cámara a su padre. «Revelé la foto y se la mandé a la niña con un mensaje: Te quiero».

Su papel de padre

Asimismo, tras encontrar pistas del modo en que Saura cultivó de niño su necesidad compulsiva de narrar -«mi padre era un hombre de gran imaginación que nos contaba cuentos estupendos»-, Viscarret explora su extensa filmografía en busca de pistas biográficas.

El aragonés revisa junto a sus hijos fragmentos de Deprisa, deprisa, El Dorado y La prima Angélica; explica anécdotas de Carmen: «yo pensaba que no la iba a ver nadie, y casi ganó el Oscar»-. Y muestra algo de rubor cuando su hijo Adrián le reprocha que no le pusiera sus películas cuando era niño.

No ha sido un padre perfecto. «He sido un desastre, nunca he dicho a mis hijos lo que tenían que hacer», reconoce él mismo en Saura(s). A él le educaron igual. «Le gusta la soledad. Si vas a verlo hace una pausa por ti pero sabes que lo único que quiere es volver a quedarse solo», dice Diego, fruto de su matrimonio con Mercedes Pérez.

«Le conozco poco. No tengo malos recuerdos de él, y cuando vas a verlo es simpatiquísimo. Pero sabes que en cuanto te vayas no te va a llamar», opina Shane, que vive en Estados Unidos y es el único de la familia que no dedica su vida a la imagen. «Pero siempre ha estado ahí cuando yo lo he necesitado. Algunos de mis mejores consejos durante mis rupturas me los dio él», matiza Antonio.

«Tiene la apariencia de un hombre fríO, pero hay que conocerle», sentencia Ana, la más joven del clan. «En realidad todos los Saura somos así».