Keira Knightley anunció hace pocas semanas que se niega a rodar más escenas sexuales dirigidas por directores masculinos: encuentra incómodo rodarlas a causa la 'mirada masculina' del cine. La actriz, que encadena papeles en éxitos cinematográficos como la saga de 'Piratas del Caribe' o 'Orgullo y Prejuicio', pone el foco en la construcción masculina del cine, que se da muy especialmente en Hollywood, la industria multimillonaria del entretenimiento. «No quiero hacer esas escenas de sexo horribles en las que estás cubierta de grasa y todos gruñen. No me interesa hacer eso», explicó la británica. Con su declaración deja al descubierto el desequilibrio de poder en la industria del cine, a través del cual se empodera a los hombres y objetiva a las mujeres.

Un siglo de cine creado exclusivamente por hombres ha dado como resultado un tipo concreto de planos y guiones que tiñen los productos que llegan a la pequeña y gran pantalla. Da lugar a escenas como las que denuncia Knightley, pensadas para apelar a la sexualidad masculina y que poco tienen que ver con la sexualidad de la protagonista femenina que encarna.

Por el momento, las cifras del sector no auguran un cambio sustancial: la mayoría de personas que hay detrás de la cámara son hombres. De hecho, tan solo una mujer ha desfilado por la alfombra roja como ganadora del Oscar al mejor director/a: fue Katheryn Bigelow, y lo ganó en el 2009 por 'En Tierra Hostil'. Si ponemos el foco en un contexto más cercano, en el 2019 solamente el 30% del personal en el sector del largometraje en España eran mujeres y se concentraban en las posiciones más bajas de la pirámide ocupacional del sector, en cargos feminizados como diseño de vestuario y maquillaje y peluquería.

Prisma masculino

Esta brecha de género es significativa en las posiciones de liderazgo -dirección, guion y producción- y conduce a un entretenimiento audiovisual sesgado, creado bajo el prisma masculino. El resultado ha calado en el imaginario colectivo: todos hemos visto planos de una mujer desde arriba con visión de su escote, una mujer en una situación emocional o física difícil pero bien maquillada y arreglada, o incluso un primer plano innecesario de las piernas descubiertas de la protagonista.

Aunque pueda parecer una cuestión anticuada, no tenemos que ir demasiado lejos para dar con esta desigualdad. Tal como concluye el informe 'Estereotipos, roles y relaciones de género en series de TV de producción nacional' (2020), realizado por la Asociación de mujeres cineastas y de medios audiovisuales, la televisión española continua retroalimentando la cultura sexista y se aleja de ser el escaparate de la igualdad que necesitamos. Tampoco escapan a este sesgo producciones internacionales de éxito de la talla de 'Gambito de Dama' (2020), donde los planos en los que aparece la protagonista perpetúan la mirada hegemónica masculina. Esta perspectiva también se divisa en el guion, puesto que volcar en la protagonista los patrones de poder masculinos y romantizar el empoderamiento femenino, obviando el contexto, da como resultado a un personaje cercano a la ciencia ficción.

No basta con visibilizar las historias de superación femenina, claramente convertidas en un reclamo de mercado: en el momento de plasmarlas es necesario reflexionar en torno a las condiciones de los personajes que encarnan y tener en cuenta el contexto machista y la carga política de sus acciones.

Películas, series y programas de televisión son un espejo de la realidad y contribuyen a definir no solo los productos culturales que vemos, sino la forma cómo nos sentimos representados en estos. Contribuyen a la construcción de nuestra identidad individual y colectiva. Vista su relevancia, es necesario transformar más de cien años de cine con sesgo de género a través de la revisión de los modelos establecidos con perspectiva feminista y el fomento del contenido creado y protagonizado por mujeres, capaces de generar nuevos referentes femeninos.

Durante los últimos años venimos asistiendo a la toma de conciencia de este sesgo y han llegado los primeros éxitos al respecto, con series ya míticas como 'Orange is The New Black' (Jenji Kohan, 2013), 'Big Little Lies' (2017) o 'Podría Destruirte' (Michaela Coel, 2020). En el cine también encontramos buenos ejemplos, especialmente en la escena de la cultura pop. Por ejemplo, damos con un cambio sustancial en las películas de superhéroes y superheroínas, con 'Wonder Woman' (2017) o 'Aves de Presa' (y la fantabulosa emancipacion de Harley Quinn) (Cathy Van, 2020), donde la representación de Harley Quinn contrasta con la que se hizo del mismo personaje en 'Escuadrón Suicida' (David Ayer, 2016), este último más sexualizado.