Nuevo, o no tanto, libro de Juan Marsé en las librerías. Colección particular (Lumen) es el título de una selección de relatos realizada por el autor, nueve piezas revisadas a conciencia. La última de las cuales, Conócete a ti mismo, Franz, es inédita. «Y las correcciones también lo son» asegura el autor con guasona inocencia, como para destensar el agobio que suele producirle el careo con los periodistas. «Porque no acaban de recoger bien lo que quiero decir o yo no acabo de explicarme bien», reconoce.

De ahí que para la ocasión se haya traído a un escudero, el crítico Ignacio Echevarría, que no tiene empacho en afirmar que Marsé, que mira hacia otro lado con incomodidad, es «el mejor narrador que ha dado la literatura española en décadas». Y ahí la palabra clave es narrador -el que tiene el arte de contar-, que no novelista, aunque sea esa faceta en la que se siente más cómodo. Echevarría aventura que si es así es porque Marsé trabaja sobre todo con la memoria, una señora «golosa y glotona» que tiene una mayor cabida «en las complejidades de la novela».

Quizá por eso, el Marsé cuentista no se ha prodigado especialmente. De los que se reúnen aquí, cuatro pertenecen a un libro de relatos -el único que publicó como tal, bajo el título de Teniente Bravo- del que en esta edición se ha descolgado uno, Noches de Boccacio. Hay otros más, con el añadido del reciente Noticias felices en aviones de papel.

La presente colección tiene un antecedente, los Cuentos completos, una edición exhaustiva a cargo de Enrique Turpin, que en el 2002 reunió muchas piezas que ahora Marsé ha desestimado. La mayoría de estos trabajos surgen de un encargo. Teniente Bravo, que a Echevarría le parece una obra maestra, fue durante muchos años una anécdota, un chiste con un tempo apabullante que al autor le gustaba contar y mejorar a petición de Jaime Gil de Biedma. Fue otro amigo, Manuel Vázquez Montalbán, quien le pidió que lo llevara al papel. «Va a resultar que yo nunca he escrito nada por iniciativa propia», bromea el autor.

RUPTURA CON TRUEBA / El relato inédito tiene la particularidad de que transcurre en Buenos Aires y muestra una de esas dobles personalidades que a él tanto le interesan. «Lo escribí porque Fernando Trueba me pidió si tenía alguna historia que se pudiera convertir en guion. Pero nunca llegó a leerlo porque nuestra relación se rompió cuando le dije que no me había gustado su adaptación de El embrujo de Shanghai».

Echevarría considera que algunos de estos cuentos funcionan como taller literario de novelas que vendrán más tarde. Es el caso de Parabellum, una especie de probatura de La muchacha de las bragas de oro, o del cuento Colección particular, alrededor de la figura de Capitán Blay.

La curiosidad frente al escaso tránsito de Marsé por el formato cuento se redobla si se tiene en cuenta que él es el creador genuino de los aventis, historias inspiradas en la mítica de las películas de Hollywood y los tebeos combinadas con las historias familiares, que tanta importancia tienen en Si te dicen que caí y en el cuento Historia de detectives. «Como no teníamos patinetes, de chavales nos contábamos historias como juego, de ahí que las recuperara años más tarde para contar una historia que desmentía la historia oficial», explica el autor.

La vertiente más gamberra, ese Marsé al que le gusta arreglar cuentas con las cosas que odia, se encuentra en el cuento El caso del escritor desleído, en el que un escritor accede a regañadientes a participar en una inane entrevista televisiva que culmina en la contundente declaración: «La televisión está creando una nueva especie humana, un mundo de opinantes mastuerzos y mirones descerebrados, adiposos e impotentes» en la que no es difícil imaginar al propio escritor. Lo que sigue en la narración es una idea, la del hombre que se va difuminando frente a los demás, y que sorprendentemente es la misma que Woody Allen usó en Desmontando a Harry, años más tarde. «A lo mejor me leyó», dice divertido.

Lo más curioso es su final, cuando el escritor acaba por desaparecer un 23 de abril. Lo que lleva a Marsé a contar de nuevo una anécdota clarificadora. De cuando firmaba libros en El Corte Inglés y le preguntaron un precio. Y cuando el resignado Marsé se lo dio a la señora, esta dijo: «El libro no. ¿Qué vale la mesa?» No por vieja, la historia deja de tener su miga.