El ejército de soldados de terracota junto al que fue enterrado el emperador Qin Shi Huang en el siglo III antes de Cristo empieza a revivir y entra en combate al ritmo de una enérgica coreografía, en medio de una noche azul. Es la primera escena. Le sigue un número contorsionista basado en dos piezas musicales de Confucio y sin cortes llegan cinco chiquillos, con un número de cintas. Parece que trepen sin esfuerzo hacia la cúpula para bajar velozmente. Cuando llega el vuelo de las golondrinas, los espectadores ya están en otro mundo. Aún quedan doce números.