-Amor, muerte, dolor, realidad… Todo el libro gira en torno a estos conceptos, ¿parte de una obsesión suya?

-Creo que a mí siempre se me ocurren historias a partir de una escena de tensión entre varios personajes o de uno consigo mismo y, entonces, tensiones importantes en el ser humano, ¿cuáles son? Las que tienen que ver con el dolor, con el amor, con la muerte, con el miedo... Eso acaba saliendo en los cuentos.

-¿No se podría entender la literatura sin esa tensión?

-Creo que la mayoría de autores lo que hacemos al escribir es detectar posibles zonas de fractura donde hay una tensión que puede hacer que se rompa algo, a nivel individual, en las relaciones de pareja, en las relaciones sociales... y es esa posible fractura la que atrae nuestra atención y es lógico que la mayoría de los escritores ahondemos ahí donde puede ocurrir algo grave.

-De ahí que siempre esté pegado a la realidad...

-A veces me preguntan si prima más la realidad que la imaginación en mi obra. Me dicen que soy muy imaginativo pero es la manera de relacionarse con la realidad, ver a tu alrededor. Sabes que no puedes interpretarlo todo, no entendemos la mayoría de lo que nos sucede y entonces empiezas a imaginar. Uno se construye un relato porque si no no te levantarías de la cama por la mañana, si no existiese una especie de orden, y eso lo creas con ficciones. Los escritores lo que hacemos es convertir esas ficciones en arte. Cuento, aunque parezcan ridículas, por ejemplo, las Navidades de todo el mundo, esa situación teatral y esas cosas en las que casi todos nos sentimos en algún momento incómodos.

-Dicen que la realidad siempre supera a la ficción.

-Eso dicen, pero… es que no están separadas realidad y ficción, son parte del mismo entramado.

-Cuando escribe, ¿llega a hacerlo inconscientemente? O dicho de otra manera, ¿se mete en el papel de sus protagonistas?

-Creo que cuando se trata de relatos es un proceso más inconsciente que en novela porque en novela aunque yo trabajo mucho tiempo en libre asociación te das cuenta de que las últimas 100 páginas ya tienes que escribirlas pensando a dónde vas. El relato te puedes dar el gusto de seguir escribiendo inconscientemente y cuando eres consciente resulta que ya estás terminando.

-¿Estos cuentos ya nacen siendo parte de un libro?

-Dejé de escribir libros de relatos porque no escribo relatos y luego los junto sino que suelo escribir libros de relatos. En Mujeres que viajan solas me planteaba la idea de viaje, cómo estás en una situación de fragilidad y escribo sobre eso. Con este me he pasado mucho tiempo sin saber cómo abordar los relatos, escribí un par de relatos de encargo y empezaron a decirme por dónde tenía que ir, la idea de jugar con el absurdo, la exageración y el disparate y mezclarlo con otros relatos más intimista y un día me siento y me pongo a ello. Es un proyecto como el de una novela y eso creo que es lo que le da continuidad porque hay un tono, aun con estilos distintos, un mundo, una atmósfera con aire de cotidianeidad.

-Sin dejar de lado una de sus señas de identidad, el sentido del humor.

-Creo que hoy casi nada es subversivo porque todo se asimila con una facilidad enorme pero la literatura que rompe las expectativas del lector, le pone en situaciones incómodas, tiene un efecto. Cuando me preguntan si la literatura cambia el mundo, no exageremos pero sí tiene una influencia sobre la capacidad comprensora del lector sobre la complejidad del mundo, sobre su capacidad de empatía. El humor no es algo que busque, sino que surge cuando miras la realidad. La deformas un poco para verla mejor y eso te lleva o hacia el horror o hacia lo ridículo y divertido que a menudo está muy cerca. La extrañeza ante el mundo provoca temor o diversión.

-¿Nota que hoy en día cuesta más sorprender?

-Quizá tengo que corregirme porque últimamente hemos redescubierto el escándalo moral por el arte, no sé si es subversivo pero sí hay una capacidad de escándalo impresionante ante obras de arte, no ante comportamientos humanos que dañan a otros. Creo que lo que tiene que hacer un escritor es ser honesto. En la vida real no tenemos que decir la verdad, todos necesitamos ciertas máscaras, ciertas protecciones pero en la literatura creo que hay que intentar decirla. Esa es nuestra tarea y eso es lo más subversivo que podemos hacer.

-Regresa a publicar un libro de cuentos diez años después, ¿qué ha cambiado?

-Venimos de un mundo en el que la novela pretendía explicar la realidad y el cuento no se consideraba suficiente para explicarla. Creo que hoy que sabemos la novela tampoco puede explicarla, estamos más abiertos al cuento y eso se ve claramente.

-¿El lector afronta el cuento de otra manera?

-Sí, se pone a leer cuentos de otra forma, sabe que no le van a dar ninguna explicación del mundo, que le van a permitir una intuición de algo que sin embargo es importante. Es solo un atisbo, un fogonazo que te pone en contacto contigo mismo que creo que es la literatura importante, no intenta contarte la verdad sino un eco que te ponga en contacto con tu propia verdad, con quien eres en lo personal, en lo social, en lo político...