Los peores augurios se han confirmado y la SGAE ha sido expulsada por un periodo de un año de la CISAC, la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores. La decisión se aprobó ayer en la asamblea anual de Tokio por una mayoría aplastante de 3.580 votos a favor y 346 en contra. No obstante, la resolución incluye la posibilidad de que la sanción sea «reajustada o eliminada» en cuanto el equipo directivo de la confederación «concluya que se ha hecho un progreso suficiente en los requerimientos de la CISAC». Varios de esos progresos debieran concretarse en la asamblea de socios del 24 de junio.

La expulsión de la SGAE está motivada por la «gran preocupación» de los socios internacionales ante el funcionamiento de una entidad que, entre otros aspectos, y según señala el comunicado de la CISAC, está ejerciendo un «trato discriminatorio» hacia algunos socios y aplicando «un procedimiento de reparto de manera no equitativa». En la raíz del conflicto está la rueda de los programas nocturnos de televisión que distorsionan el reparto de ingresos de los autores y que las entidades de gestión extranjeras consideran una anomalía intolerable.

Apartar a la SGAE de la confederación mundial no implica que se rompan sus acuerdos con entidades de gestión de otros países. Los autores españoles seguirán recibiendo el dinero que generen sus obras en el extranjero y también los autores extranjeros seguirán recibiendo lo que la SGAE recaude en España por la explotación de sus obras. Cada temporada la SGAE distribuye entre las entidades del resto de países unos 80 millones de euros, mientras que la suma de lo que las sociedades extranjeras pagan a la SGAE alcanza los 30 millones.

PRESTIGIO A LA BASURA / El problema de esta expulsión no es económico sino estratégico y de prestigio. Según Santiago Menéndez-Pidal, director de la editorial Warner Chapell Music Spain, «el mensaje que manda la CISAC a las sociedades de todo el mundo es: nuestro socio en España es una mierda». «En la CISAC se determinan políticas de distribución o de inversiones en tecnología y SGAE queda totalmente fuera de la toma de esas decisiones», lamenta. «La sociedad que ayudó a crear un modelo», recuerda, refiriéndose a su papel clave en el nacimiento y desarrollo de muchas entidades de gestión latinoamericanas, «ha quedado arrinconada hoy». «Hemos pasado de ser un faro a estar en el cubo de la basura», concluye.

Según un testimonio presente en la asamblea de Tokio, la reacción de la presidenta de la SGAE, Pilar Jurado, al conocer la resolución no ha sido la más educada. «Estamos muy disgustados porque ha llamado mentirosos a los miembros de la delegación latinoamericana», comenta un directivo. «Ha perdido las formas, que nunca se deben perder», añade. Mediante un comunicado de la SGAE, Jurado ha celebrado que CISAC «reconozca los esfuerzos» de los dos últimos meses y que conceda «la oportunidad» de regresar a la confederación mundial. Por ello, hace también «un llamamiento para que los socios» aprueben la última reforma de estatutos en la asamblea de junio en lo que califica como «un ejercicio de responsabilidad y generosidad». El día 24 los socios decidirán si dan un voto de confianza a la actual junta o si precipitan otras elecciones.