-¿Cómo se siente Kase.O a punto de hacer historia?

-Es un hito muy grande por que así lo ha querido la gente. Yo iba a ir a la Multiusos tan contento pero muchos meses antes se vendieron las entradas y tuvimos que pasar al Príncipe Felipe que siempre es un reto. Ahora que se han vuelto a vender todas las entradas voy con muchas ganas pero con mis nervios y mis deseos de hacerlo bien y de que salga todo perfecto, que la gente salga del espectáculo muy satisfecha.

-Le avala una gira en la que está triunfando allá donde va…

-Para mí llevar el concierto así de rodado me da confianza. Venimos de hacer un concierto muy bonito en Logroño y para nosotros fue como un ensayo general. Zaragoza llega en el momento perfecto, cuando está todo redondo… aunque, bueno, aún se pueden pulir cosas.

-No deja su lado perfeccionista ni en su mejor momento…

-Hombre, es que cada uno tiene un canon de lo que es bonito y perfecto. Y nadie somos perfectos ni nada lo es, entonces siempre hay algo que puedes pulir, la cuestión es saber qué puedes cambiar que le va a gustar más a la gente que lo que hay. Eso son ya decisiones y apuestas que no tienen base, las haces con intuición.

-¿Han cambiado muchas cosas?

-Sí, se van cambiando cosas. Unas porque la gente responde de una manera y otras porque no responden como tú creías. Entonces potencias los sitios donde la gente sabes que se anima y donde tú pensabas que se iban a animar y no pues hay que quitarlos o potenciarlos menos. Pero una vez que lo llevas rodado tú sí que sabes dónde está la reacción de la gente y ahí voy yo a pulirlo: «Ah, o sea que después de esta canción os gusta el truco pues voy a potenciar este truco».

-¿En esa responsabilidad que dice sentir pesa mucho el público zaragozano?

-Es una plaza difícil sino la más para cualquier artista español. Es un reto porque el artista nunca sabe lo que le espera, el público es exigente, franco y sincero. No aplauden de gratis. Y luego, claro, es mi ciudad, va a estar toda mi familia, todos mis amigos y vecinos… Y es el sitio donde mejor lo tengo que hacer de toda España, donde más me van a juzgar, a criticar, tengo que hacerlo superbién. O es lo que tiene en mente el artista, luego la gente es mucho más benévola que todo eso.

-¿Usted cree?

-Sí. A ver, tú tienes que ir con un gran nivel de exigencia para conseguir eso, ponerte en lo peor, hacer lo máximo para que la gente que esperaba una cosa mediocre, salga satisfecha.

-Si le pregunto por las sorpresas del concierto no me las va decir…

-Se pueden intuir las sorpresas pero hay alguna más rara que estará guay y seguro que no se espera la gente.

-¿Desde el escenario, se ven más que cabezas?

-Se ve a la gente. A mí me gusta mucho mirar a los ojos a las primeras filas que es lo que me alcanza la vista porque necesito saber que están cantando y están ahí. No es lo mismo rapearle al frente y a la nada. Siempre me pillo unos ganchos, ciertos cómplices que ya veo que están motivados y les dedico alguna rima o me acerco a ellos para saber quién hay y todo eso. Pero también te digo que es una mezcla de concentración y esto. Hay conciertos que se me pasan que ni me he enterado, no he tenido tanto contacto con el público, no lo he sentido. No depende siempre del público, depende también de ti, de cómo los metes en el juego o lo tímido que estés ese día. Hace poco en Oviedo me tocó una sala que estaban súper cerca, los podía tocar y eso me intimida. Son conciertos distintos, después de estar en escenarios que estás más lejos, tienes que ser más natural, te ven todo lo que haces e igual no tienes el día para eso.

-Porque, aunque no lo parezca, Javier Ibarra es un chico tímido.

-Sí, lo soy. Estoy intentando cambiar con los años pero sí, soy una persona tímida que me cuesta relacionarme con gente que no conozco.

-¿Esa timidez le afecta a la hora de cantar canciones como las de ‘El círculo’, en las que hay sentimientos descarnados?

-Ahora es distinto, fueron hechas para esto. Las canto con gozo y gusto porque fueron hechas para luego cantarlas en los conciertos y que la gente se identificara. Para mí es un disfrute y me emociono igualmente con Guapo tarde, con Basureta… todas las canto con emoción porque son frases que aún soy sensible a ellas. Pero lo peor ya ha pasado que fue parirlas. Ahora toca disfrutarlas y cantarlas con todo el sentimiento, que eso no duele. Lo bonito es expresárselo a la gente, lo feo es cuando estás callado y no puedes expresarte. Esto que yo hago ahora me hace muy feliz.

-¿Ha conseguido volver a disfrutar del rap?

-Totalmente y con la sensación de que me lo merezco, una sensación que nunca he tenido. He pasado dos años muy jodidos escribiendo y buscándome a mí mismo y ahora toca disfrutarlo. No tendría sentido, si no disfrutara sería un estúpido. Todo es mejor que durante la creación.

-¿Esperaba esta locura con sus conciertos?

-Nunca lo piensas tampoco. Hombre, desearlo sí que lo deseaba. Vengo de la gira del Jazz Magnetism que me dejó muy buen sabor de boca. Venía llenado los últimos conciertos y lo que quería era no bajar de ahí, que se mantuviera. Lo que no me esperaba es que varios meses antes no hubiera ninguna entrada disponible. Ni yo me lo esperaba ni mis fans de toda la vida.

-¿Qué canciones nota que emocionan más al público?

-Mazas y catapultas es uno de los hits y en Guapo tarde se ven las caras de emoción y hasta alguna que otra lágrima. Bueno, aunque en realidad, joder, las viejas también emocionan, Pura droga sin cortar, Vivir para contarlo, Cantando…

-¿Qué tal le ha resultado la apuesta por el Momo?

-Lo que quería era vestir el escenario, tener alguien que me apoye en los estribillos, en dobles voces, cuando no te llega el aire, no ir súper fatigado en el concierto y poder rapear mejor que en el disco. Estoy muy feliz por él y orgulloso de darle esa oportunidad pero también hay que saber aprovecharla y ahí no me ha fallado el Momo. Yo sabía que él tenía cierta ambición y muchas ganas, y verlo feliz, actuando, con buenos equipos, con el aforo casi lleno, está muy guay.