Su deslumbrante y cañí debut en la dirección, Tarde para la ira, le hizo entrar en el pequeño club de los cineastas a tener en cuenta. Ahora, Raúl Arévalo -que está escribiendo su siguiente título como realizador- vuelve a ponerse el traje de actor. Lo hace en El aviso, de Daniel Calparsoro, donde el actor (Madrid, 1979) da vida a un matemático con ciertos problemas mentales que se ve involucrado en un suceso violento.

-Como director ha aprendido mucho de los realizadores con los que ha trabajado, desde Alberto Rodríguez hasta Pedro Almodóvar. ¿Qué le aporta Calparsoro?

-Almodóvar y Rodríguez son inimitables, pero es verdad que me inspiro en ellos, absorbo cosas. De Calparsoro absorbo su energía, su pasión y su fuerza.

-¿Esas son las tres virtudes básicas para ser un buen realizador?

-Hay mil tipos de directores. Guillermo del Toro defiende que el cine tiene que ver con el cómo más que con el qué. Para él, los buenos directores son gente que tiene fe en lo que hace, personalidad y un buen par de huevos u ovarios. Calparsoro tiene fe, personalidad y un par de huevos.

-’Cien años de perdón’, la anterior película de Calparsoro, tenía una estructura más normal. ‘El aviso’ es más oscura, un ‘thriller’ con connotaciones fantásticas.

-Es un thriller muy entretenido con unas capas que están ahí y cada uno las puede ver o no. También tiene elementos de numerología y de destino.

-Uno de los temas que toca es el ‘bullying’. ¿Le preocupa?

-No es una película sobre el bullying ni sobre la esquizofrenia ni sobre los números, pero todo esto está ahí. Respecto al bullying, claro que me preocupa. Siempre lo ha habido en los colegios. Me asusta la evolución de las nuevas generaciones.

-¿Por la obsesión por las redes sociales?

-Por todo. Se insensibiliza mucho a la gente. Y eso lo ves en los adolescentes. Hay algo cruel y enrevesado. Tú le enseñas un vídeo violento a un chaval y él te enseña otro más fuerte.

-’Cien años de perdón’ superó el millón de espectadores. ¿Le intranquiliza la taquilla de ‘El aviso’?

-Claro, es fundamental. Las películas se hacen para que se vean. Lo jodido es que todo esto es muy sencillo: pon dinero y la película se ve. A lo mejor hay un filme que objetivamente es malo, pero si hay dinero de por medio, va a funcionar...

-’Tarde para la ira’ es una película excelente que no funcionó en taquilla.

-La película recuperó dinero gracias a los estrenos en Francia y las ventas que tuvo en Italia, pero pongo otro ejemplo. La isla mínima (Alberto Rodríguez, 2014) fue un pelotazo, pero con otra cadena de televisión detrás hubiera hecho mucha más taquilla. Y con otra cadena diferente, mucha menos.

-’Tarde para la ira’ lo tenía todo para arrasar.

-Curioso, porque la película tardó en hacerse por mi cabezonería en hacerla como yo quería. Cuando la estrenamos, los elementos que más destacó la crítica, tanto en España como en Venecia, Francia y Toronto, fueron que era cañí, con gotas de flamenco, cruda y seca. Antes de realizarla, determinadas personas leían el guion y me decían que eso no vendía nada. Nadie quería poner dinero.

-¿Su próxima película será también cruda, seca, violenta y cañí?

-No sé. Pero en un mundo tan jodido cada vez valoro más la esperanza y el hecho de que haya películas luminosas aunque sean crudas y secas.

-Enrique Urbizu está rodando para Movistar+. Usted mismo ha participado en ‘Velvet’ o ‘La embajada’. ¿El cine ha dejado de ser el hermano mayor de la televisión?

-Cuando yo empecé parecía que si hacías tele, no podías hacer cine. Y ahora si no haces tele, no te contratan para cine. Los productores dicen: hombre, si coges a este actor de esta serie que lo está petando, mejor.