Eva Llorach tardó tiempo en descubrir cuál era su verdadera vocación. Estudió turismo y comenzó a trabajar en la empresa de su familia en Murcia, hasta que un día se puso delante de una cámara en un trabajo amateur. Sintió una revelación y supo que quería seguir experimentando ese cúmulo de sensaciones que la habían sacudido por completo. Así que se replanteó toda su vida, comenzó a estudiar arte dramático con más de 30 años y se lanzó a la aventura. Ha sido musa de toda la generación low cost, pero necesitaba una oportunidad que la alzara a lo más alto y en la que pudiera demostrar su talento. Se la ha dado Carlos Vermut, que la descubrió en Diamond Flash y que ha vuelto a confiar en ella para darle vida a Violeta, una mujer obsesionada con una diva pop de los 90 (Nawja Nimri) que mantiene una conflictiva relación con su hija (Natalia de Molina). Toda la prensa nacional e internacional se ha rendido al trabajo de Llorach en Quién te cantará. Ahora sí, ha llegado su momento.

<b>-Que empezara tan tarde en el mundo de la interpretación… ¿le hizo sentir algún tipo de presión por conseguir las cosas más deprisa?</b>

-Siempre he tenido la sensación de haber llegado demasiado tarde. Ha tenido que pasar mucho tiempo para poder quitarme esa palabra de la cabeza, tarde. Quizá por esa razón siempre he estado ansiosa, porque sabía que tenía que hacer las cosas más rápidamente que los demás, porque los años los seguía cumpliendo. Al final he aprendido que todo llega cuando tiene que llegar, pero la presión es siempre constante.

<b>-Ha trabajado con asiduidad en el cine independiente. ¿Se respira en él más libertad que en otro tipo de producciones?

</b>-Creo que tienes que tener una voz muy particular y potente para poder manejarte bien en el seno de la industria. De todas maneras, no estoy de acuerdo cuando algún director o actriz dice haberse sentido como una marioneta en una película. Aunque te digan que has de hacer las cosas de una forma determinada, como ente genuino tienes una personalidad, así que es importante encontrar cuál es tu voz propia dentro de todo ese cúmulo de limitaciones.

<b>

-¿Se ve protagonizando una comedia comercial?

</b>-Me encantaría. Cuando hice Diamond Flash se me catalogó de una determinada manera y es muy difícil romper con la imagen preestablecida que tienen de ti.

<b>-Quizá por esa catalogación también le ha costado salir del terreno </b>low cost<b>.

</b>-Totalmente. Si no hubiera sido por Carlos Vermut no lo habría conseguido. En España, el cine independiente y el comercial se encuentran desligados. En EE.UU. sí que existe una relación más fluida que permite que directores e intérpretes se muevan en ambas direcciones.

<b>-Aunque, precisamente, por ese carácter </b><b>outsider</b><b> ha podido hacer papeles que quizá otras actrices no se hubieran atrevido.

</b>-Por ejemplo, en La lava en los labios, de Jordi Costa, en la que interpretaba a una transexual y tenía que hacer un desnudo integral. Imagínate ese momento con esa prótesis maravillosa que me pusieron [risas]. Nadie me preguntó cómo me sentí, pero fue muy hardcore. La experiencia más loca que he vivido. Seguramente muchas actrices se habrían echado atrás por pudor, pero a mí me gusta meterme en el fango y, ya sea más popular o menos, seguiré haciendo ese tipo de personajes porque me va el riesgo.

-La fama es uno de los temas que vertebran Quién te cantará. ¿Cuál es su relación con ella?

-Es un mal necesario. Cuanto más conocida eres, más papeles te llegan, es un círculo vicioso. Hay que llevarla con los pies en la tierra. Me ha pillado mayor, no creo que sucumba. Si he de serte sincera, no busco gloria, quiero trabajo.

-Su personaje en el filme se halla atrapado en sus propias inseguridades, necesita empoderarse. ¿Cómo ha vivido este último año de reivindicaciones feministas?

-Hace poco reflexionaba sobre las camisetas de Zara con eslóganes feministas. Pensé, vale, el capitalismo se ha dado cuenta de que aquí hay dinero y se ha apuntado al carro. Pero también es cierto que si el mensaje que trasmite puede llegar a las nuevas generaciones y que las jóvenes aprendan a que los hombres no las mangoneen… no estoy de acuerdo con todas las voces que hay, pero creo que hay que aprovecharlas porque todo suma y es positivo para asentar en el subconsciente colectivo la necesidad de igualdad.