-¿Qué significaba para usted Dumbo antes de hacer su propia versión?

-Siempre me pareció una de las películas más extrañas de Disney, tanto por el hecho de estar protagonizada por un elefante volador como por la tristeza que transmite. Siempre vi a Dumbo como un alma gemela. Cuando era niño, yo también sentía que la gente me consideraba un bicho raro. En todo caso, si acepté hacer esta película es porque sentí que su relato se parece bastante a mi propia historia con la productora Disney.

-¿A qué se refiere?

-Cuando yo empecé a trabajar allí de animador, hace siglos, tuve una sensación contradictoria. Por un lado me sentía bien al sentir que mi trabajo era valorado pero por otro, como Dumbo, me sentía como un outsider devorado por una gran compañía de entretenimiento. En su caso es el circo; en el mío, era Disney. Me sentía tan raro entre el resto de animadores que a veces me escondía bajo la mesa. Pero fue positivo. De no haber vivido esa experiencia, hoy no estaría aquí.

-Después de tantos años y tanto éxito, ¿sigue sintiéndose de esa manera que acaba de relatar?

-Sigo sintiendo que no encajo, y que la gente me aprecia pero no me entiende. Pero ya hace tiempo que eso dejó de importarme, y que dejé de tener miedo a lo que los demás puedan pensar sobre mi forma de vestir o mi peinado.

--Dumbo retrata el circo como un lugar en el que aquellos que no encajan en la sociedad pueden encontrarse y formar una familia. En ese sentido, su filmografía podría considerarse algo parecido a un circo.

-Es cierto. Y resulta curioso, porque recuerdo que cuando era niño el circo no me gustaba en absoluto. Odiaba ver a todos esos animales cautivos y torturados, los payasos me parecían inquietantes, había un tipo que lanzaba cuchillos… En general, me daba bastante miedo.

-Usted siempre ha dicho que desde muy pequeño se sintió muy cerca de personajes como Frankenstein, Drácula o el Hombre Lobo. ¿Está diciendo que sentía aprecio por los monstruos pero los payasos le daban miedo?

-Exacto. Yo crecí con esas criaturas, eran mis amigos y me sentía identificado con ellos; y, en cierto modo, me salvaron la vida porque me hicieron sentir que no estaba solo frente al resto del mundo. Yo era Frankenstein, y todos los demás eran los campesinos enfadados.

-Usted lleva más de 30 años usando su cine para explorar la figura del inadaptado. Lo curioso es que, en parte a causa de la influencia que usted ha ejercido, con el tiempo esa figura se ha ido convirtiendo en un personaje típico de Hollywood. Lo raro se ha convertido en la norma. ¿Qué le parece?

-Yo hablaba de bichos raros porque me sentía uno de ellos, y sentirse un bicho raro es algo muy duro. Pero ahora ser un inadaptado se ha convertido en algo cool. Pero ahora todos los héroes de los blockbusters, y por supuesto todos los superhéroes, son outsiders. Cuando todo el mundo es un outsider, en realidad nadie lo es. Supongo que Hollywood ha aniquilado la figura del bicho raro.

-¿Es cierto que va a hacer una secuela de Bitelchús?

-No, ni una secuela ni un remake. Es una fake new.

-¿Le molestaría que otro cineasta hiciera un remake de alguna película dirigida por usted?

-Me horrorizaría. Sentiría que alguien me ha robado el alma.

-Y, sin embargo, usted ha dirigido varios remakes. Sin ir más lejos, Dumbo.

-A decir verdad, no siento que mi versión de Dumbo sea un remake de la película animada de 1941, al menos no es lo que yo he intentado hacer. Se trataba más bien de tomarla como idea de partida para hacer otra cosa más adaptada a nuestros tiempos y a los niños actuales. Siempre tuve claro que no quería animales parlanchines en mi historia, y que no incluiría la famosa escena del original en la que Dumbo se emborracha de champán. Ese tipo de cosas ya no son aceptables en una película infantil. Hay que ser políticamente correcto.

-¿Siente que el cine infantil actual es demasiado blanco? ¿Que se preocupa demasiado por proteger a los niños?

-Algo de eso hay, sí, y no creo que les haga ningún bien. Creo que los niños deberían estar en contacto con la idea de la muerte y normalizarla. Las películas originales de Walt Disney estaban llenas de oscuridad y violencia. Nunca le tembló el pulso a la hora de hacer que los niños lloraran y tuvieran miedo en el cine.

-Usted creció en Burbank, un área suburbana muy cercana a Hollywood. ¿Alguna vez ha sentido que nació predestinado a dedicar su vida al cine?

-Lo cierto es que no. Porque, aunque vivía pegado a Hollywood, nadie lo habría adivinado a juzgar por el tipo de vida que llevaba. Vivir en Burbank era como hacerlo en una burbuja.

-Desde que lo hizo, prácticamente toda su carrera ha transcurrido en el mundo de la fantasía. ¿Se plantearía hacer una película realista sobre el mundo actual?

-A decir verdad, ya no sé distinguir qué es real y qué no. Cuando veo las noticias me parece estar viviendo una distopía de ciencia-ficción.

-Podría usted hacer una película sobre Donald Trump. Después de todo, él mismo se define como un outsider.

-No tiene nada de outsider, créame. En todo caso sería un monstruo, pero a mí los monstruos me resultan inspiradores y él, en cambio...