Sabemos que la celebridad es una fuente inagotable de sinsabores, más que nada porque el cine lleva toda su historia dejándonoslo claro. Billy Wilder convirtió el asunto en una de sus obras maestras, El crepúsculo de los dioses (1950); Sofia Coppola ganó un León de Oro reflexionando sobre él en Somewhere (2010), y hace solo unos días Lady Gaga se adueñó de la alfombra roja de este mismo festival rememorando algo parecido a su propio ascenso a la fama en un nuevo remake de Ha nacido una estrella.

Durante parte de su metraje, la segunda película como director del actor Brady Corbet da la sensación de tener algo nuevo que decir acerca del tema. Presentada ayer a concurso, Vox Lux recorre un par de décadas en la vida de una joven estrella de la música, Celeste (Natalie Portman), desde que un tiroteo en su instituto la lanza a la fama siendo adolescente hasta que, ya convertida en ídolo de masas, se ve salpicada por un nuevo suceso violento.

«Soy una chica privada en un mundo público», canta Celeste en uno de sus hits. Y Vox Lux se presenta como una historia sobre nuestro presente, un mundo en el que no solo son las líneas que distinguen lo privado de lo público las que se han disuelto; también las que separan el sufrimiento del espectáculo: las estrellas de la música instrumentalizan actos de tragedia para vender discos y terroristas y asesinos se convierten en iconos pop.

Sin embargo, en realidad es una película menos interesada en contar algo trascendente que en convencernos de que lo está haciendo. Corbet la ha diseñado a la manera de una parábola bíblica: la narración se divide en varios actos, y aparece puntuada por segmentos de pomposa voz en off y de música solemne. Sin embargo, Vox Lux no propone más que obviedades sobre el modo que tiene el estrellato de exacerbar el ego, la necesidad del público de usar y tirar ídolos y un zeitgeist en el que no importa lo que hagas sino cómo lo vendas.

También se presentó ayer a concurso Obra sin autor, el retorno al cine de Florian Henckel von Donnersmarck tras ganar el Oscar con La vida de los otros (2006) y fracasar luego en Hollywood con The tourist (2010).