INTERPRETES: Orquesta Filarmónica de Zlín, Jakob Hrusa (director), Jiri Barta (chelo), Ramón Coll (piano)

LUGAR: Sala Mozart del Auditorio

FECHA: Martes, 2 de noviembre

La Sociedad Filarmónica inició anteayer, tardana, su temporada, con un atípico concierto donde la Filarmónica Bohuslav Martinu de Zlín estuvo más bien en segundo plano, al servicio de dos solistas que llevaron el peso de la velada. Una ligera lectura del Moldava de Smetana sirvió para apreciar el buen trabajo que el joven Jakub Hrusa extraía de un conjunto aseado y eficaz, no excepcional, pero sí interesante.

Ramón Coll adquiría seguidamente protagonismo con el Primer concierto para piano de Rachmaninov, una obra llena de buenas ideas pero deslavazada sin remedio y claramente prescindible frente a páginas similares (Scriabin, Medtner, etc) que nadie se molesta en tocar. Con Coll pasó lo de siempre: tocó de maravilla, limpio, enérgico e impecable. Forzó un ataque un punto agresivo que lucía la calidad de la escritura de Rachmaninov y se superponía con claridad al terso sonido de las cuerdas. Agradeció los aplausos con un nocturno de Chopin.

Finalmente, el checo Jiri Barta arrancó de su chelo las emotivas notas del sublime Concierto en si menor de Dvorák. Director y solista plantearon una versión con grandes contrastes de tempo (sin aspavientos ni excesos; regresando con exactitud al punto de partida), volcada en un tono apasionado sin concesiones. El chelo de Barta, de excelente calidad sonora, desplegó el difícil concierto de forma fogosa e intensa, aunque la afinación fuera dudosa en algunos pasajes comprometidos.

La respuesta del público ante el final del concierto (una de esas fanfarrias dvorákianas que te levantan del asiento) fue más que calurosa. La orquesta, con el solista colocado en la última fila de chelos, se volcó finalmente en una de las más conocidas Danzas eslavas de Dvorák.