--¿Esperaba usted el Premio de las Letras Aragonesas?

--No lo esperaba para nada. Estaba en Cartagena de Indias, recibí una llamada y me llevé una de esas buenas sorpresas que da la vida.

--A una interiorista que va desvelando a tientas lo que hay dentro de los personajes ¿Le sobresaltan estos estímulos llegados por sorpresa desde el exterior?

--Depende de la sensibilidad de cada uno. A mí me causan mucho estupor. Claro, ésta es una buenísima noticia, lo agradeces y tal. Pero tiene ese ingrediente de que la realidad, de repente, como que te pilla desprevenida. Es algo perturbador, vamos.

--Su infancia en Zaragoza, ¿en qué medida toca a su literatura?

--Pienso que es fundamental en la vida de un escritor los primeros años. Los primeros contactos con el mundo a través de tu entorno familiar, de tu ciudad, están ahí como algo muy firme y fuerte. Pero creo que el tiempo te va mezclando mucho otros ingredientes. Ese peso inicial se ha ido extendiendo hacia otros lugares y se diluye.

--Ese progresivo desarraigo, leyéndola, a veces parece ir unido a un sentimiento de culpa, ¿no?

--Vivimos en una civilización que está basada en el sentimiento de culpa. No estamos del todo liberados de una conciencia que no nos deja en paz. Yo me voy liberando poco a poco, y definiría la madurez en esta sociedad como esa capacidad de ir alejándote de ese sentimiento injustificado de culpa.

--En esta sociedad que no condena la injusticia, sino el fracaso, aparecen los escritores generalmente ensimismados, a vueltas también ellos con el fracaso ¿Cómo romper ese círculo?

Esta sociedad, como está basada en el éxito (y además en el éxito continuado), condena a la gente al fracaso. El éxito está muy aclamado y muy sostenido. Es una sociedad con unos valores muy poco reales. En cuanto al ensimismamiento de los escritores, yo creo que hay variedad, aunque las voces que más se escuchan, o las más reclamadas, sean las del desencanto. Pero no hay que hacer demasiado caso a lo que oímos más. Son categorías impuestas desde fuera. Hay muchas voces. Lo difícil es descubrirlas.

--¿Cree usted en la soledad como fuente creativa?

--Más que la soledad es el aislamiento, porque en realidad todos estamos en el fondo solos y no es que yo lo esté más que los demás. A veces es patético ese esfuerzo de mucha gente por huir de la soledad a cualquier precio, pero es que es muy dura. Puedo buscar el aislamiento para trabajar, pero no soy una propagandista de la soledad.

--Parece que podría conocerse a Soledad Puértolas siguiendo a sus personajes literarios ¿Son retratos suyos?

--Te disuelves en todos. Pero ellos siguen unos camios que tú nunca has seguido y que, por tanto, te sirven para explorar en puntos donde sin la imaginación no podrías llegar. Te reflejan, y a la vez son lo contrario de lo que eres.

--Pero se resisten a ser diluídos. No capitulan, se sostienen con la esperanza.

--Buscas eso. Te pones a escribir un poco para eso, ¿no? Y es que lo que me empuja a escribir es esa búsqueda, que no capitulen. Buscar algo que te sostenga. Esa rebelión interna es uno de los objetivos (digamos que uno de los impulsos) por los que se escribe.