—Ha proclamado que estamos ante un nuevo Zenet.

—Zenet sigue siendo Zenet, uno no puede escaparse de uno mismo y hay ciertas cosas que seguimos desarrollando como ciertos géneros musicales. No es posible decirlo todo en un solo disco. Cuando descubres una armonía tan rica en un género se tarda más de un disco en sacar todo el hilo, pero sí que es verdad que hay otras cosas que tenía ganas de hacer y que están en un mundo armónico más alegre.

—¿Habla de la música cubana?

—Le tenía muchas ganas, todavía me queda mucho que decir porque hemos abordado dos canciones que tienen armonías cubanas pero me apetece meterme más al fondo del soul, quizá el folclore más puro cubano. Lo que pasa es que también teníamos otras canciones que venían por caminos diferentes, que venían de atrás pidiendo guerra y lo que hemos hecho es dejar que las canciones sean las que manden y las que decidan cuál es su sitio.

—Su cabeza debe ser un torbellino...

—Soy de cabeza inquieta... Cuando uno crea, lo que se debe hacer es dejar que salgan las cosas, no hay que forzar mucho la máquina. Cuando uno va tirando de su propia creatividad salen los modelos que uno a veces no sabía que tenía. De tal manera que a mí me está saliendo muchas cosas que había escuchado muy de niño en casa y son ciertas armonías que las tenía muy guardadas y que piden ahora salir de alguna forma. En casa cuando éramos chavalines nuestros padres nos ponían cosas que ahora serían impensables por raras para un niño, como Atahualpa Yupanqui, o cosas más normales como Chavela Vargas, los Beatles, Chet Baker...

—¿Este disco tan luminoso responde a un estado vital?

—Supongo que sí. Cualquier trabajo artístico es un reflejo del momento que vive el artista. Sí pienso que en algunas canciones se ve más claro que en otras en las que seguimos en la línea de siempre. En Fuiste tú, Pobrecito... si echamos una mirada atrás en mis discos no las verás. Son canciones muy divertidas, que te evocan el calor del verano, ganas de bailar y eso sí que explica un momento que apetece salir un poco más del mundo nocturno, huir de la inspiración de la noche para que sea la mañana y el sol los que lo hagan.

—¿Si sucede, conviene?

—Es una frase que tiene mucha filosofía detrás, yo no la entiendo como una especie de resignación sino que me parece que hay una fuerza activa. Es como sentir que el universo nos guarda una compensación por las cosas que ocurren.

—Volvemos al optimismo...

—Es la fuerza de la aceptación, una fuerza activa, aceptar las cosas tal y como vienen. Creo que no debemos preocupar por cosas que no lo merecen.

—¿Cómo va a ser el concierto?

—Llevamos un cuarteto formado por violín, trompeta, guitarra y voz. Me gusta hacerlo así porque se ven las canciones muy desnudas, casi en los huesos, como fueron concebidas y eso me permite a mí tener un diálogo con el público y explicarle cómo fue mi inspiración para esa canción, que hagan conmigo ese viaje.

—¿Hacia dónde va Zenet?

—Soy muy curioso, me gusta investigar las cosas y apropiarme de ellas, robo los géneros y los hago míos... ahora cuanto más ahondo me interesa mucho el fado.

—Lo que no cambia es su sombrero.

—Me ha gustado siempre y se ha convertido en compañero. Forma parte del alter ego entre el autor de las letras, Javier Laguna y yo mismo y es un poco ese personaje del escenario, el que vive las cosas que le ocurren. Utilizamos este personaje que es el que canta para contar esas cosas.