Año de tiros largos para el pianista y cantante malagueño Pablo López, con una extensa gira española que hoy le trae a la sala Mozart del Auditorio de Zaragoza, donde presentará su tercer disco, Camino, fuego y libertad. Las entradas están agotadas.

-¿Una obra que habla de aprendizaje vital?

-Sí, y es un riesgo, porque uno no debería expresar de una manera tan desnuda lo que está descubriendo, como si fuera un niño cuando ya tiene 33 años. Pero tengas la edad que tengas, estás constantemente aprendiendo.

-¿Tiene la sensación de que su edad no se corresponde con su punto de madurez?

-La edad nos marca, pero para algunas cosas creo que tengo 80 años y para otras que no supero los 15. Eso a veces me compensa y otras me trastoca un poco. Pero casi nadie está a la par con la edad que tiene.

-¿Estamos ante un disco posdivorcio, de ruptura sentimental?

-Quizá más bien un disco de ruptura con muchos fantasmas propios. Eso seguro.

-Con un repertorio que sigue un trayecto y concluye en el ideal de la libertad.

-Sí, comencé pensando en las situaciones que me habían removido para empezar a caminar. Luego me detuve en los pormenores del revuelo que es vivir, con las ramas dándote fuerte en la cara, y finalmente, en la búsqueda de la verdadera libertad, que para mí es la fidelidad a uno mismo.

-Hay mucha intensidad en su música, tanto en los textos como en la instrumentación y en su modo de cantar.

-Toda, toda. Si alguien me tacha de intenso le daré toda la razón. Me perdono a mí mismo porque no lo he hecho con una intención pretenciosa, sino que últimamente soy intenso hasta cuando me levanto por la mañana y me hago el café, y estoy haciendo las tostadas con intensidad, y yendo a comprar pescado al mercado con intensidad... Y si quería ser honesto tenía que escribir con intensidad.

-¿Cómo podemos saber si lo que expresa es real y no una proyección de cómo le gustaría que le viéramos?

-Lo que me pone más contento es que en canciones como El patio, casi nadie se interesa excesivamente de lo que estoy contando, sino que me escuchan y hacen suya la historia. No tiene nada que ver con la extravagancia de la vida del músico, sino con lo más profundo de un ser humano, del miedo, de saber que te has equivocado.

-En su música hay un interiorismo propio de la canción de autor y un tacto de superproducción de rock. ¿Vienen de ahí sus referentes?

-Sí, el otro día, en casa, vacié el salón porque me iban a traer un piano que me he regalado, y para llenar aquel espacio puse a Silvio Rodríguez y a Pink Floyd. Recurrí a ellos como mi casa. Y, salvando la infinita distancia, más que deberles algo, les robo. A ellos y a Paul McCartney, Billy Joel, Queen, Supertramp..., y luego a Silvio, Serrat, Sabina, Drexler, Fito Paez...

-El piano se asocia al intimismo y a cierto aislamiento, ¿disfruta como artista de escenario, como ‘showman’?

-Disfruto de compartir, sí. Nunca he ido al cine solo, ni he viajado solo. El piano se ha convertido en mi socio. Hice unos conciertos con Jamie Cullum y cuando se subía al piano pensaba: ¿Será cabrón? Se lo va a cargar. Luego me dijo que tener respeto al piano era tocarlo mucho y tener contacto físico.

-Ha grabado en Abbey Road, los estudios de los que surgieron discos de los Beatles o Pink Floyd. Obras que desprenden un aura, no son únicamente colecciones de canciones.

-Eso es, aunque ahora puedas coger Money y separarla, yo me imagino el disco como un todo. Me dicen que ya no tiene sentido hacer álbumes, porque ahora la gente escucha canciones en modo aleatorio. Pero le quise dar un motivo a este disco, y por eso todas las canciones se titulan con un artículo y un sustantivo, y hay tres movimientos, y las piezas están empalmadas.

-Se supone que usted está en la categoría del ‘mainstream’ español.

-Se supone... (ríe) Un colega me decía que «el indie es más mainstream que el mainstream». Pero ya no me ofende que se me meta en un saco u otro. Nunca he sentido presión por estar en una multinacional. Ni siquiera conozco a ningún ejecutivo. Nunca me he sentado con un tipo con traje y corbata.

-¿Se siente una figura atípica en nuestro ‘star system’?

-Me considero bastante autónomo. Uno de los tipos a la vez valientes y raros que conozco es Alejandro Sanz, a quien la gente considerará mainstream. Si te paras a leer un texto suyo, a observar la estructura de sus canciones, donde no hay un estribillo igual que el otro..., me parece más raro que la mayoría de lo que se considera indie.

-Alejandro Sanz, como Pablo Alborán, cantan con un deje aflamencado que conecta con una sensibilidad española media. No es su caso, pese a ser malagueño.

-La verdad es que no. El flamenco tan solo lo escucho de una manera profunda desde hace un año. Pablo, que es muy amigo mío, es probablemente la persona que más me ha impactado cantando: un acabado perfecto, una textura, la técnica, la respiración.