LA CULTURA EN TRANSICIÓN

AUTORA Giulia Quaggio

EDITORIAL Alianza

PÁGINAS 370

Guilia Quaggio, historiadora y periodista italiana --es directora de la revista Spagna contemporanea-- se plantea una interesante pregunta respecto al poder "blanco" de la cultura: "¿Puede ser la política cultural un instrumento decisivo con cuyo recurso un Estado esté en condiciones de desarrollar y consolidar la democracia?".

En las postrimerías del franquismo renació con mucha fuerza en nuestro país la leyenda romántica de Carmen (la de la novela que en 1845 escribió Prosper Merimé) así como el mito de una España de "curros y bandoleros". La censura franquista, la herramienta de control de las ideas durante la dictadura, provocó la condena a prisión y pago de multas desorbitadas a decenas de periodistas y se crearon enormes listas negras de nombres de suscriptores a revistas consideradas "sospechosas" por el Régimen. Pero la censura también tuvo su lado tragicómico, que dio lugar a hechos de tintes esperpénticos, espejo de la España de Valle Inclán.

Pero fundamentalmente, este libro desvela cómo transcurrió el proceso de transición a la democracia de España, a partir de las acciones políticas del Ministerio de Cultura y Bienestar. La política cultural, como ya se dieron cuenta Manuel Fraga (creador de la campaña Spain is different) y el también gallego Pío Cabanillas (primer titular del Ministerio de Cultura de la democracia) representó un ingrediente principal del proceso de democratización, dado que contribuyó a la redefinición de la identidad colectiva española y a la identificación de los españoles con los valores democráticos.

Pero el inmovilismo cultural del último franquismo contrastaba con el asombroso dinamismo de los hijos de la dictadura: recitales de cantautores, representaciones de teatro alternativo, sesiones de cine-fórum, ciclos de conferencias sobre la identidad plurirregional de España, fomento de las lenguas propias. Unas manifestaciones, en suma, que conectaban con la vanguardia cultural internacional del momento, mientras la política cultural del Estado se mantenía anclada en la mojigatería.

Así que, cuando los socialistas llegaron al poder, en 1982, vieron que el principio de recuperación cultural había de basarse en la creación de un "equilibrio moral" con el pasado y después, en la elaboración urgente de un inventario sobre la realidad cultural del país configurando una especie de "año cero" del renacimiento cultural de España.

Javier Solana, primer ministro socialista de la democracia, tuvo la gran habilidad y enorme mérito de saber poner en marcha, en un rápido proceso, las bases de una España postmoderna. Así, la Movida madrileña, surgida en los 80, y en principio como movimiento underground, pronto se extendería por todo el país, como símbolo de modernidad de la juventud española.