Parecía que la saga de Spider-Man había llegado a su fin después de las dos entregas firmadas por Marc Webb y protagonizadas por Andrew Garfield. The Amazing Spider-Man no terminó de cuajar y los espectadores se fueron distanciando de las aventuras del joven arácnido. Faltaba empatía, las líneas argumentales eran demasiado densas y daba la sensación de que la fórmula comenzaba a agotarse por falta de ingenio. Se necesitaba empezar de cero y darle un nuevo enfoque, porque si algo tenían claro los directivos de Marvel, es que no iban a consentir que su niño mimado, con el que prácticamente iniciaron todo su emporio, finalizara su reinado de una manera tan poco épica.

Así que se pusieron manos a la obra para refundar la saga y la mejor opción parecía clara: Vincular al personaje con el universo de Los Vengadores. La presentación del nuevo Spider-Man con el rostro de Tom Holland se produjo en Capitán América: Civil War y ya desde el primero momento sentó las bases de su nueva naturaleza, que no es otra que la de un adolescente tan lleno de inseguridades como de ansiedad de demostrar lo que es capaz de ser.

Peter Parker se convierte así en un auténtico fan de Los Vengadores y su máxima aspiración vital pasa por formar parte del equipo. Pero a pesar de sus habilidades sus compañeros lo siguen considerando como un pipiolo y le falta disciplina y experiencia para alcanzar su objetivo. Por eso pasará a convertirse en el pupilo de Tony Stark, encargado de supervisar su aprendizaje y de valorar sus actitudes, a pesar de que la impaciencia continuará marcando sus pasos.

Por primera vez en toda la saga, Peter Parker y su Spider-Man se amoldan a la edad del personaje, un estudiante de secundaria de Queens inmerso en las contradicciones y ansiedades propias de un adolescente demasiado impetuoso, desorientado, con las hormonas un tanto disparadas y en el fondo vulnerable, con problemas a la hora de conjugar los dos aspectos que habitan en su personalidad, el de estudiante de día y el de superhéroe de noche.

En ese sentido, Spider-Man: Homecoming ha sabido adaptarse a la perfección a la nueva sensibilidad millennial, se ha alejado de la solemnidad que parecía envolver las anteriores propuestas y ha explotado en toda su esplendorosa dimensión la vía del coming-of-age, en la que no faltan las inevitables fiestas de graduación, los embelesamientos amorosos, las excursiones de grupo y la complicidad con los amigos inadaptados. Aventuras eminentemente teenagers que se entremezclan con el itinerario de aprendizaje vital y emocional del propio Peter en su camino para convertirse en un verdadero superhéroe.

Pero antes tendrá que pasar por una serie de pruebas a las que le someterá Tony Stark y su fiel vasallo Happy Hogan (Jon Favreau), encargado de su vigilancia, aunque el pequeño Spiderman se las arreglará para burlar esa custodia y convertirse en un justiciero por su cuenta y riesgo: El Buitre, un delincuente que domina los bajos fondos a través del tráfico de componentes ilegales y que tiene el rostro de Michael Keaton, que parece introducirse en el reverso oscuro, trash y post-industrial de su Birdman con este personaje marcado por la ambigüedad moral y que además se encarga de protagonizar uno de los giros más sorprendentes.

El director encargado para orquestar la función ha sido el independiente Jon Watts, que había debutado con la película de terror Clown y demostrado sus habilidades para generar tensión en Coche policial. Aquí olvida los malos rollos para centrarse en generar una cinta de aventuras con las dosis justas de humor y acción, a través de un tono pícaro que armoniza a la perfección con el ritmo frenético que imprimen las constantes acrobacias, volteretas y saltos de Spiderman.

Spider-Man: Homecoming tiene chispa, gracia congénita y un protagonista carismático que parece querer gustar al público al igual que se esfuerza por agradar a su ídolo Iron Man: a golpe de desparpajo, corazón, valentía y la tan apreciada inocencia. Esa de la que carecen todos los demás superhéroes adultos y que por ahora mantiene intacta este magnífico espécimen de cría de hombre-araña.