Stellan Skarsgard ya era un actor de prestigio cuando en España lo descubrimos gracias a 'Rompiendo las olas' (1996) y su imagen junto a Emily Watson se quedaría para siempre incrustada en el imaginario cinéfilo. A partir de ese momento se convirtió en un actor imprescindible en el cine de Lars Von Trier e inició, al mismo tiempo, una fructífera trayectoria a medio camino entre Estados Unidos y Europa. El patriarca de toda una saga de actores (es padre de Alexander Skarsgard y Bill Skarsgard) nunca ha abandonado del todo las cinematografías nórdicas a pesar de su éxito internacional. Así, mientras compagina series de prestigio como 'Chernobyl' (por la que consiguió un Globo de Oro), participa en la saga 'Vengadores', prepara una de las nuevas precuelas del universo Star Wars para Disney + ('Andor') y espera el estreno de 'Dune', ahora podemos ver al intérprete sueco en 'Hope', en la que interpreta al marido de una mujer a la que diagnostican un cáncer terminal.

La historia está basada en la propia experiencia de la directora, que es además su amiga. ¿Cómo se enfrentó a un papel que surgía de un espacio tan íntimo y doloroso?

Maria Sødahl es una gran amiga desde hace mucho tiempo. Con su marido, Hans Petter Moland he hecho seis películas, así que imagina el grado de conexión que tenía con ellos. Por supuesto conocía la historia, sabía por todo lo que había pasado Maria a causa de su enfermedad. Cuando me mandó el guion me daba miedo la forma en la que lo hubiera abordado, pero cuando lo leí me di cuenta de que no había sido autoindulgente consigo misma, que había mantenido una distancia con aquello que estaba narrando. Lo más importante es que no adopta el punto de vista de la típica película de cáncer. Digamos que no cae en el sentimentalismo característico del género, es mucho más rigurosa.

Usted encarna a su marido, a Hans Petter Moland ¿hablaron alguna vez sobre eso y la forma de abordarlo?

Nunca quise hacer una imitación. Creo que ella lo dejó en mis manos, confiaba en mí y en que yo también tuviera la distancia suficiente como para no dejarme llevar por mi relación de amistad con ellos.

¿Qué fue lo que más le sorprendió de la historia?

Que María fuera capaz de introducir el humor. Que no se dejara llevar por la gravedad, que no pareciera obsesionada con la película. Para ella fue una especie de exorcismo, pero logró que todo fuera fácil y agradable. Lo que cuenta es muy dramático, pero el tono que utiliza no lo es, lo desmitifica todo.

Su personaje en la película es un hombre volcado en su trabajo que poco a poco se va distanciando de su familia. ¿Cree que es una opción personal o que la sociedad de alguna manera nos empuja a eso?

Desde luego, llevamos décadas con la idea de que lo que está bien para los negocios, es bueno para la sociedad, y por tanto para nosotros mismo. Es de lo que va el capitalismo desaforado en el que todos de alguna forma nos hemos visto absorbidos. Creo que es algo que ni siquiera nos parábamos a pensar, porque lo teníamos interiorizado. Pero también creo que el horror del coronavirus ha cambiado todo eso. Y nos hemos dado cuenta, al menos mucha gente de mi entorno, de lo vacío y absurdo que es concentrarte en tu carrera profesional y lo necesario que es volver a los verdaderos valores de la vida. Por supuesto, hablo de ciudadanos privilegiados como yo, porque hay millones de personas que no tienen más remedio que trabajar en situaciones penosas para sobrevivir.

En la película se dice que "a veces ha de pasar algo malo para que reaccionemos".

Creo que tiene razón. Ha pasado con Trump, ha pasado con el coronavirus. Todo eso nos ha dado una buena sacudida.

Usted alterna grandes producciones con películas de autor, como es el caso de Hope?, ¿cómo ve el futuro de la industria tras los cambios estructurales que estamos viviendo?

Creo que antes de la pandemia las películas pequeñas y medianas ya tenían que luchar muchísimo. Las distribuidoras han sido absorbidas por las grandes corporaciones a las que no les interesa el cine de autor, solo el cine de palomitas. Yo espero, sinceramente, que la gente quiera volver al cine, sentir la experiencia de una sala y no estar en su casa viendo una película estando pendiente del móvil o del mensajero que llama a la puerta.

La cosa está complicada.

Todo apunta a que las películas que se exploten sean las que se vendan como grandes acontecimientos. Yo he visto cómo la mayor parte de la gente que trabajaba en películas pequeñas y medianas se ha pasado a la televisión. No les culpo, cadenas como HBO hacen series de un alto nivel cinematográfico, que tienen en cuenta la historia, la narración, no solo están pendiente de la acción y de que pasen cosas sin sentido. Pero yo quiero seguir haciendo películas como Hope?, como El pájaro pintado?. Ese cine no se puede perder, porque perderíamos todos.