Libro: «Napoleón. Vida y memoria»

Autor: Sthendal.

Editorial: Penguin Clásicos.

Traducción: Consuelo Berges

Pocas veces el destino histórico sitúa en el mismo lado, y en el mismo tiempo, a dos hombres como Stendhal y Napoleón Bonaparte. El escritor conoció muy de cerca al Sire. Fruto de esa experiencia, redactó una serie de textos que, aglutinados bajo el título de Napoleón, Vida y memorias, nos ofrece ahora Penguin Clásicos.

Ningún lector encontrará aquí al Stendhal de Rojo y Negro o de La cartuja de Parma. Ni siquiera al escritor de viajes por Italia o al biógrafo de autores y músicos. Sus textos sobre Napoleón no alcanzan el nivel, el estilo literario de otros libros suyos, pero, sin embargo, reúnen el valor del testimonio directo.

Stendhal, como oficial de las tropas francesas, acompañó a Napoleón en varias de sus campañas, y pudo conversar con él en media docena de ocasiones. Teniendo además la oportunidad de conocer a la mayoría de sus generales y ministros, se informó exhaustivamente sobre su entorno familiar e íntimo, desde las peripecias bélicas y políticas de su padre, Carlo Buonaparte, que fue un patriota corso, fiel al general Paoli (uno de los ejemplos inspiradores de su célebre hijo), hasta las virtudes y defectos de su hermano José, el mayor, que llegaría a reinar precariamente en una España que nunca entendieron.

Otro de sus hermanos, Luis, alcanzaría a ser rey de Holanda. Jerónimo, rey de Westfalia; Elisa, gran duquesa de Toscana; Carolina, reina de Nápoles; Paulina, princesa de Borghése, y Luciano, el más rebelde y jacobino, acabaría siendo también príncipe romano.

En el primer párrafo de la Vida, Stendhal adelanta que considera a Napoléon como «el hombre más grande aparecido en el mundo desde Julio César, incluso desde Alejandro». El propio Stendhal se siente al tomar la pluma un poco como Suetonio, Cicerón o Plutarco debieron sentirse ante la responsabilidad de narrar grandes acontecimientos de su época.

Los que Stendhal nos refiere sobre las peripecias, campañas y acuerdos de Bonaparte sin duda lo fueron, pero más valiosos me parecen los comentarios y observaciones sobre la forma de ser, de expresarse, de amar y gobernar del genial corso.

Su talento militar, que puso, primero a Francia y luego a Europa a sus pies, y que quedó de manifiesto en sus tempranas campañas en el Piamonte o en Egipto, tenía como base una gran formación matemática y un valor a prueba de obuses, que estallaban a su lado sin que llegara a inmutarse. Se apoyó también en un ejército de patriotas, no de mercenarios, dispuestos a dar la vida por un ideal político y la gloria.

En la política, sin embargo, Napoleón se desempeñaba con peor acierto. Grandes nombres de la época de la Revolución como Fouché o Talleyrand le acompañaron en sus primeros gobiernos, pero también estuvo rodeado de muchos mediocres y cometió errores de bulto por admirar a la clase (la casa de Austria, sobre todo) a la que había venido a sustituir.

Un libro vivo, irreemplazable, que pinta al héroe, al hombre, al monstruo.