Grete Stern trabajó en tres campos, además del de retratista, un trabajo antropológico sobre la mujer aborigen del Chaco argentino; como condervadora de fotografía del Museo Nacional de Bellas Artes; y como fotógrafa en la Argentina de los años 40, que agrupó bajo el título de Sueños. Estos fotomontajes, en los que representan un mundo de ensueño pero en los que si el espectador se fija «denuncia la opresión de la mujer, el sometimiento y la lucha antipatriarcal» a través del dadaísmo y el surrealismo, es lo que se puede ver en la exposición que se inauguró ayer en la sala Pedro IV del Palacio de la Aljafería, donde permanecerá hasta el 9 de septiembre.

En los 41 fotomontajes, aparecen mujeres silenciadas, encerradas en jaulas y hombres convertidos en monstruos. Stern, alemana de nacimiento, es «ejemplo de modernidad» ya que es un tema de gran actualidad. «El arte no es un espejo para reflejar el mundo si no un martillo para darle forma», recordó Yolanda Vallés, secretaria segunda de las Cortes de Aragón, que presentó la muestra junto a la comisaria, María Jesús Folch.

Esta muestra es fruto del convenio entre la institución zaragozana y el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM). Folch recordó que los Sueños de Grete Stern los realizó a finales de los años 40 y principios de los años 50 en Alemania, desde donde llegó huyendo de los nazis junto a su marido, Horacio Copola.

CONTROL DE NATALIDAD / En el Buenos Aires de la época había crecido la demografía y había un control de natalidad que «fue muy discutido». Entonces surgieron varias líneas editoriales y una de ellas fue un libro titulado Los sueños, que Gino Germani publicó en la revista Idilio, donde se recogían los sueños de mujeres. Stern fue la ilustradora de estas imágenes.

Los fotomontajes tienen «fines narrativos» y no se guardaron, salvo unos pocos, que la fotógrafa fue «dulcificando en sus títulos», señaló Folch. Ella «construía los escenarios, los bocetos, organizaba los conceptos, buscaba las fotos para establecer los fondos y luego sacaba los personajes», que tomaba como modelos a su hija o su asistenta.

La exposición se divide en cinco bloques; en los dos primeros se trata sobre la mujer y su sexualidad; y los otros tres, sobre la libertad de la mujer en la Argentina Peronista. Dentro de estos, el primero gira sobre el concepto de Bella y bestia, en el que se muestra el enfrentamiento de la mujer con su parte masculina; el segundo, sobre el incosciente colectivo a través de los sueños; mientras que el tercero da a conocer la imagen que de la mujer tienen la Iglesia, la corporación médica o el patriarcado como motor biológico, objeto sexual o confinada en el hogar.

Ahí están los muñecos que lanzan una mirada hacia una mujer que se tapa la cara, un tren convertido en un barco que sale del mar como una bestia; o los peces que nadan en el salón de una casa donde una mujer espera y espera sin poder salir. Manos que surgen de la arena mientras un gran ojo vigila todo lo que la mujer hace; una chica carga con una pesada piedra mientras sube por una montaña; u otra mujer ubicada en el desierto subida a dos gigantescas escaleras. Fotomontajes de hace más de medio siglos, vigentes hoy.