Existen motivos y lugares que son muy seductores para la literatura. Sin duda los espejos pertenecen a este grupo de elementos fascinantes y hechizadores, por diversos motivos además: su carácter de ventana mágica a otro mundo exactamente igual al nuestro pero a la vez distinto, ya que es un reflejo; su equivalencia con una puerta que comunica con otros niveles de la realidad, tan misteriosos que atraen irremediablemente; o su naturaleza de testigo mudo pero a la vez implacable, donde verse y reconocerse, sin posibilidad de ocultar los defectos ni las virtudes.

De todas estas cosas y de algunas más tratan los textos recogidos en la antología que Andrés Ibáñez ha preparado para Atalanta, y que se publica con un título tan inevitable como A través del espejo. En su prólogo, el antólogo hace un amplio recorrido por el mundo del espejo a través de la cultura, la historia, la literatura e incluso sus propias experiencias vitales, en una silva de varia lección que supera ampliamente en extensión a cualquiera de las piezas recogidas.

Variada, muy variada es la selección que ofrece la antología, y seguramente ahí resida una buena parte de su atractivo. Cierto es que prácticamente todos los autores que aparecen --cerca de una treintena-- son de primera categoría; pero además, resulta muy entretenido leer voces tan diversas con el nexo común del espejo.

Por ejemplo, los adjetivos retorcidos y ominosos de Lovecraft frente al discurrir casi oleoso de la prosa de Virginia Woolf; o la raíz de los cuentos de los hermanos Grimm ante el estricto ensayo de Jurgis Baltrusaitis sobre la posibilidad real de que Arquímedes construyera los famosos espejos con los que quemó los barcos que atacaban Siracusa. Como si de un espejo más se tratara, esta antología hace brillar las historias que contiene, y deslumbra al lector curioso que se asoma a sus páginas.