Cuando el viernes Kornél Mundruczó recibió una Màquina del Temps antes de proyectarse su película Jupiter’s moon, el director húngaro parecía incómodo. «Es extraño. Tengo solo 42 años y confío en que recibir un premio por mi carrera no signifique el final de nada». Al contrario: su arriesgada alegoría sobre un joven refugiado sirio que, tras ser abatido a tiros entre Serbia y Hungría, descubre la capacidad de volar, conquistó ayer el premio al mejor filme del 50º Festival de Sitges. Una parábola sobre el drama de los refugiados en Europa (nombre de la luna de Júpiter a que se refiere el título) a medio camino entre la denuncia política, el mesianismo esperanzador y las aventuras superheroicas a lo Chronicle cuya potencia visual y oportunidad de su discurso fascinaron al jurado, que le otorgó también, con justicia, el galardón a los mejores efectos especiales.

Además de Jupiter’s moon, los otros triunfadores fueron dos relatos de rotunda reivindicación del poder femenino, uno de los grandes ejes de esta edición: Thelma, sedoso relato iniciático de Joachim Trier sobre una joven con poderes psíquicos, definida con acierto como la versión de Carrie que habría dirigido Ingmar Bergman (Premio Especial del Jurado, guión y Méliès de Plata); y Revenge, una jubilosa y sanguinaria historia de violación y venganza de Cornalie Fargeat (mejor dirección y mejor ópera prima). Sin olvidar, por supuesto, el (muy merecido) premio de la crítica a la imponente El sacrificio del ciervo sagrado, de Yorgos Lanthimos, una de las conmociones morales del festival, ex aequo con As boas maneiras, atrayente acercamiento a la licantropía.