El Tribunal Supremo ha confirmado en una sentencia que la escultura "Dios solar emergiendo de las aguas de Okinawa", vendida en 2008 al Comité Okinawa, es de Salvador Dalí, por lo que se puede condenar por estafa a quienes actuaron como vendedores.

La sentencia confirma una anterior de la Audiencia de Barcelona que declaró que "la escultura objeto de autos cumple los requisitos para ser considerada como una escultura auténtica de Dalí, ya que cumple las especificaciones técnicas del artistas, según contrato de edición de fecha de 6 de junio de 1975".

Esa pieza de arte fue expuesta en el pabellón de España de la Exposición Oceánica Internacional que se celebró entonces en dicha ciudad japonesa. Con ella el artista quería rendir tributo a los fallecidos en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. En diciembre de 2007 varios miembros del Comité Okinawa se pusieron en contacto con su propietario, Juan González-Quirós, para que les prestara la obra y así poderla exhibirla durante el año siguiente.

El préstamo sin problema

El comité quedó con el propietario y examinó todos los certificados de autenticidad. Durante la exhibición temporal no hubo problema alguno, pero fue tal su éxito que el Comité Okinawa quiso comprarla para mostrarla permanentemente. Se fija el precio en 600.000 euros, de los que 100.000 serían donados por el propietario.

Pero en julio de 2009, los compradores rescinden el contrato y reclaman lo ya abonado: 372.362 euros. Alegan que la obra no es la que se mostró en Okinawa en 1975. González-Quirós cuenta con los derechos de la obra porque se los compró a Isidro Clot. En realidad este le entregó una escultura en cera para su reproducción en plata como máximo nueve veces más otras tres fuera de comercio con las letras C, D y E. El precio de venta no será inferior a 50.000 dólares.

El propio Dalí certificó los contratos de las esculturas firmadas con Clot y este se lo transmitió a González-Quirós, que figuraba como la persona a la que se entregaría la obra expuesta en la Expo de Okinawa. Sin embargo, cuando esta obra llegó a España sufría algunos daños y se procedió a cambiar la base de resina plástica por un mar de bronce y los corales adheridos se sustituyeron por otros.

Ante el Supremo, el Comité Okinawa trató de argumentar que la escultura que compraron fue fundida en Suiza, mientras que el original lo había sido en Barcelona, por lo que no fue la que se expuso en 1975. El alto tribunal considera que "ese dato no permite una nueva valoración de la prueba documental en su conjunto ni hace acogible otra argumentación que pudiera conducir a conclusiones distintas de las reflejadas en el relato fáctico de la sentencia", más allá de una corrección menor en el relato de hechos, por lo que declara que no hubo estafa.