EL BARQUITO CHIQUITITO

Antonio Tabucchi

Anagrama

Antonio Tabucchi (Pisa, 1943-Lisboa, 2012) se convirtió en el escritor italiano más importante de su generación al insuflar a su mundo literario la energía narrativa del realismo mágico y un posicionamiento lírico derivado de su íntima relación con la figura de Fernando Pessoa, pero también con la lengua portuguesa por sí misma.

Como todo eso cristalizó para la mayoría de los lectores a partir de Sostiene Pereira, la publicación póstuma de su segunda novela, El barquito chiquitito -aparecida originalmente en 1978 e inédita en español hasta ahora-, nos da la excusa perfecta para visitar la forja del escritor y averiguar qué había en él antes de ser una celebridad.

El barquito chiquitito es una novela clásica en parte e italiana por completo. El desafío consiste en relatar 50 años de la vida de Italia a partir de la historia de una familia. Sabemos de la historia gracias a la indagación que hace un tal Capitán Sesto en torno a sus raíces familiares, yendo a buscar a su abuelo, el primer Sesto.

Ahí está la forja: un joven escritor italiano, con una historia rural muy clásicamente italiana, plácida por momentos, una historia de niños que crecen junto al río y fuman a escondidas, se anima a experimentar con el relato en diferido.

Así, tras la sorpresa inicial, vamos descubriendo que todas las facetas del gran Tabucchi posterior se asomaban ya en los inicios. Algunas con aplomo, como su búsqueda de claridad en pleno barroquismo; otras de manera aún tentativa, como su sensibilidad exquisita, capaz de mandar a un adolescente a entregar una flor a una amada para quedarse pasmado al descubrir que en realidad son dos; gemelas. Asoma el Tabucchi telúrico cuando Sesto hace de zahorí. Despunta la inquietud del autor por la inasibilidad de lo real, mostrada en el curioso hábito de convertir los nombres de los personajes en materia voluble, casi líquida. Y sobre todo asistimos al nacimiento de un escritor preocupado por mostrar la huella que la historia del mundo deja en los hombres. Una historia que «empezó a resonar con un ruido sordo, no claramente perceptible, de fondo» y se hace presente en las guerras y en los grandes acontecimientos, claro, pero también en momentos de excelencia, como cuando llega la electricidad al pueblo y brilla por fin la plaza y la iglesia.