Con los tendidos abarrotados como pocas tardes comenzó la Feria de La Albahaca en Huesca. En el cartel, El Fandi, Talavante y un Ginés Marín ocupando el puesto vacante de Manzanares, operado con urgencia el lunes pasado para restablecer sus vértebras dañadas.

La vieja Osca tiene algo de madre que acoge con un amor de algodones sedosos y olor a albahaca a quien a ella se arrima. En los tendidos, exhibe esa elegancia contenida de ropitas recién planchadas de la gente formal y de orden. Entre toros, esas meriendas de Embassy que aquí se llama Ascaso (o viceversa) pasan delante de ti con total normalidad, sin el irritante postureo de otras tierras. En otros lugares cuando te invitan parece que te insultan, aquí se emocionan con el hecho de compartir sin conocerte, solo por el efímero vínculo de una accidental vecindad.

Mas la corrida resultó un fiasco. Los toros, de Núñez... de Tarifa (ya se sabe que es el reino del viento y el paraíso de los surfistas) arrastraron el lío por el despeñadero de lo intrascendente. Vaya vendaval, algunas veces tifón. Ello desbarató por completo las lidias, las hizo imposibles pero para el ganadero quizá fue alivio porque escondió para la gran masa al amplísimo catálogo de defectos y taras que la mermada corridilla desparramó por el ruedo oscense.

El sexteto fue de tente mientras cobro. Acaso el segundo descolgó y quiso seguir la muleta que Talavante le ofreció en los terrenos de afuera, ignorando el remolino de papelillos que marcaban el abrigo de las tablas. Dios qué cabeza la de Tala.

Qué desafío al comenzar y desarrollar la faena de muleta en medio del céfiro palenque. Qué suavidad al conducir -sin que el animalillo se derrumbase- las embestidas tontorronas hasta más allá de lo previsible. Qué lánguida caída de la tela cuando la prendía con la mano de la muñeca tonta. Expectativas superadas del discípulo de Corbacho, ese soñador, estudioso e inductor de la práctica del bushido, la doctrina del moderno samurái.

EL FANDI, ARTISTA

Talavante también le marcó infructuosamente la ruta a su segundo, más poquita cosa, más insignificante en todo, más nada en medio del vacío. Aunque para llenar vacíos ya estaba El Fandi, el único artista sobre la Tierra capaz de hacerse rico con una sola obra que clona ciento y mil veces allá por donde pasa. Tiene un mérito que desde luego no hay que escamotearle. Lo dicho, un genio.

Lástima que Ginés Marín no pudiera enseñarse, si acaso anunciar tímidamente lo que es y puede llegar a ser. Firme y templado ante la birria sin emoción en su primera actuación y breve ante el brutote mansurrón del cierre. O sea que la tarde y un buen bocado al cajón fue para Matilla, apoderado de Fandi y Talavante (también del original Manzanares) y seguro que también sugeridor de la corrida de Núñez de Tarifa. ¿Tarifa? seguro que no precisamente baja. Anda que si embisten.