En un polígono dedicado a los oficios, allí donde el escultor Andreu Alfaro (Valencia, 1929-2012) trabajaba como un artesano autodidacto en la pequeña localidad valenciana de Godella y alejado de los museos, ha abierto las puertas el taller del escultor. Como un Chillida-Leku pero sin pagar entrada, una colección "indisoluble e invendible" de 48 esculturas y 33 dibujos se expone en el atelier del gran escultor contemporáneo por deseo de sus hijos (Carles, Anna y Andrés).

Año y medio después de la muerte de su padre, sin esperar "demasiado" de la Administración y sin reclamarle "nada" --admite Carles Alfaro--, la familia y los amigos han reunido, a partir de las preferencias que mostró el escultor, sus obras más emblemáticas. La intención es que la Colección Andreu Alfaro sea itinerante y la muestra alcance la "máxima difusión", asegura Carles, que recuerda que su padre trabajó para que la escultura recuperara el carácter público. Un gran patio abierto, donde pueden contemplarse --y tocarse-- algunas de sus esculturas urbanas, da la bienvenida al visitante. Tres salas dividen la muestra entre las obras de su primera etapa (1958 -1979) y las esculturas tardías; otra para los dibujos y proyectos, y un show room, donde se ve a Alfaro trabajando. Acero, latón, aluminio y hierro; mármoles, piedras, madera y hasta metacrilato.