James Stewart sin poder moverse, con una pierna escayolada mirando a un patio de vecinos. El termómetro al rojo vivo, y una gota de sudor en la frente para inmortalizar la figura de este voyeur pegado a unos prismáticos para saciar su curiosidad. Es verano en la ciudad, las parejas sacan el colchón al balcón para soportar el calor, las chicas van en ropa interior por sus casas y poco a poco la tensión y la intriga se van colando en el ambiente. Nunca el acto de mirar resultó más incómodo.