La británica Gilly MacMillan, madre de familia, se encontró con un problema irresoluble no hace tantos años, la necesidad de encontrar un empleo en el momento en que sus hijos empezaban el colegio y las necesidades económicas empezaban a apretar. También era una manera, un tanto loca, lo admite, de intentar alcanzar un sueño que había perseguido durante años gracias a las lecturas de inquietantes damas inglesas del crimen como Agatha Christie, Ruth Rendell o P. D. James. Convertirse en una de ellas.

Había que intentarlo y si no, buscarse la vida en otra parte. «Así que me fijé un objetivo, escribir mil palabras diarias», explica. La rutina diaria de la escritura siguió adelante a velocidad de crucero y acabó dando sus frutos económicos y artísticos con Encuéntrame, novela con la que MacMillan se dio a conocer. Y ahora repite con Mariposa en la sombra (Alianza).

Las historias de la autora, emulando a sus autoras favoritas, suelen situar el crimen en un aparentemente amable entorno doméstico y dotar a la trama de una tortuosa complejidad psicológica que bien puede hacer tintinear nerviosamente la taza de te que se esté tomando el lector, o la lectora, en ese momento. «Cada vez se habla más de la domestic noir, quizá porque es una manera de hacer evidentes los miedos que se agazapan en cualquier hogar, que en teoría debería ser un entorno seguro», explica la autora que sabe bien, aunque no por experiencia, que la familia puede ser una trampa. «Por suerte, en ella cabe lo mejor y lo peor».

Para la autora, lo primero son los personajes y a partir de ellos imagina las tramas. En esta novela, una adolescente, Zoe, niña prodigio del piano, guarda un secreto que la persigue y que se complicará con un asesinato. En la anterior, la trama giraba alrededor de un niño desaparecido. «Creo que las mujeres sabemos entrar muy bien en nuestros miedos concretos, conocemos mejor las cosas que nos tocan la fibra sensible y en las que quizá los hombres no piensan, y que básicamente conocemos cuando nos convertimos en madres».

SIN DEJAR RASTRO / Ríe cuando se le comenta que la maternidad es una fábrica de miedos y asegura que sí, que algunos días se siente así. «Todas las madres, en un momento u otro, han sentido el vértigo de pensar que su hijo puede haber desaparecido sin dejar rastro y eso ese es un temor que trasladé a mi primera novela». MacMillan procura que esos temores se arrinconen exclusivamente en su literatura y su familia es del todo comprensiva con ello.