INTERPRETES: Orquesta Sinfónica de San Francisco, Michael Tilson Thomas

LUGAR: Sala Mozart del Auditorio

FECHA: Domingo, 7 de noviembre

ASISTENCIA: Lleno

De vez en cuando el Auditorio nos regala una sesión musical de auténtico lujo. Ayer tocó. Y hasta qué punto. La gloriosa Sinfónica de San Francisco venía por vez primera a nuestra ciudad, con su flamante director, el americano Michael Tilson Thomas, una superestrella de la batuta. Completaba el cartel el no menos magnífico Leif Ove Andsnes, un pianista de quitarse el sombrero, que el año pasado ya nos dejó boquiabiertos y regresaba ayer para mostrar que es uno de los mejores del momento.

Servía además de acicate una selección musical que aunaba lo interesante con lo espectacular, preparando la noche para el disfrute simple y absoluto. La precisión milimétrica, sin aparente esfuerzo, con que Tilson Thomas lleva a su orquesta quedó bien patente en las Variaciones para orquesta de Copland, una obra muy especial. En un extremo mucho más intenso y emocional estuvo una espléndida lectura, volcada hacia lo romántico, de la Segunda sinfonía de Sibelius, donde la perfección de las cuerdas de San Francisco o la brillantez de sus metales encajaban en un versión llena de detalles, que se permitía una vasta amplitud de registro desde el pianissimo más sutil al estallido sonoro total.

Entre medio, la genialidad de los músicos americanos se sumaba a la del pianista noruego, para una interpretación de referencia del celebérrimo Segundo concierto de Rachmaninov. Andsnes se caracteriza por el cuidado extremo que pone en todo lo que hace. Cuando sus dedos se arrastran por el teclado arrancan pura magia: no hay sonidos ásperos, ni frases desperdiciadas, ni momentos dejados al aburrimiento. Thomas y Andsnes plantearon su Rachmaninov como una plena colaboración entre el piano y la orquesta, equilibrando las fuerzas y resaltando lo más importante, dentro de un clima de flexibilidad y estudiada naturalidad.

El pianista cerró la primera parte con un delicado y detallista Mompou, mientras que la orquesta culminó la sesión con otra propina más espectacular: la Farándula de La Arlesiana de Bizet.