Otra corrida prácticamente en blanco, ayer en Pamplona. Esta vez por culpa de los toros de Miura, que no aportaron nada y a pesar también de que los debutantes López Chaves y Luis Vilches cumplieron más que entonadas actuaciones. Ambos pudieron haber obtenido un trofeo si hubieran matado mejor.

Se lidiaron cinco toros de Miura, muy bien presentados, mansones y con movilidad a excepción del parado primero. El cuarto, sobrero bis de Villamarta, sustituto a su vez de otro de Antonio Ordóñez, fue ofensivo y deslucido.

La casta de Miura, estrictamente brava cuando no absolutamente mansa, fue siempre garantía de espectáculo. Aunque eso, antes. Porque en los últimos años, alrededor de una década, salen unos miuras que podrían llamarse de la modernidad, indefinidos en lo de la casta: ni bravos, ni mansos. Los que salieron ayer en Pamplona, miuras vacíos de todo.

En realidad sólo hubo dos toros de la ganadería titular que sirvieron, los dos primeros de los debutantes López Chaves y Luis Vilches. Padilla, notablemente perjudicado en el sorteo, tampoco estuvo por la labor. López Chaves estuvo muy cerca de cortar una oreja.

El otro debutante, el sevillano Luis Vilches, causó también buena impresión. Su toreo de estética tiene un respaldo importante: el valor. Pudo haber arrancado un trofeo a su primero si llega a matarlo con más contundencia.