Tras Celda 211 (2009) y El niño (2014), Daniel Monzón y Luis Tosar vuelven a reunirse para demostrar que son uno de los tándems mejor avenidos en el cine español actual. Estrenan Yucatán, filme que surge del anhelo por parte del director de hacer una comedia con su actor fetiche porque siempre ha pensado que no estaba lo suficientemente aprovechado dentro de ese género.

Se le ocurrió hacer una película sobre estafadores, sobre dos pillos sin escrúpulos capaces de retarse constantemente y que no tuvieran ningún tipo de moral con tal de conseguir sus propósitos. Después apareció la idea del barco como espacio cerrado en el que se encontraran atrapados todos los personajes como hámsters dando vueltas a una rueda, un microcosmos muy particular y extravagante en el que la idea de viaje, de aventura y de disfrute estuviera muy presente. Y, por último, el dinero y la ambición como fuerzas motoras capaces de pervertirlo todo.

«Cuando estábamos preparando el guión (junto con Jorge Guerricaechevarría, su colaborador habitual), estuvimos investigando y nueve de cada 10 ganadores de la lotería terminan asesinados, arruinados o en la cárcel. Nos encontramos con historias rocambolescas», nos cuenta Daniel Monzón. «Así que lo que más nos interesaba era enfrentar a una persona normal (personaje que interpreta Joan Pera, un panadero al que le toca el Euromillón) a dos ratas miserables que intentan aprovecharse de él». Por cierto, en la película también interviene el aragonés Jorge Asín.

Una de esas ratas es Lucas (Tosar) y la otra, Clayderman (Rodrigo de la Serna), dos caraduras que utilizan sus encantos en los cruceros de lujo para timar a los pasajeros. Lucas es calmado y artero; y Clayderman, colérico y sanguíneo. «No nos cortábamos un pelo con las referencias: Robert Redford y Paul Newman en El golpe, ¿por qué no?», ríe Tosar. «Aunque a Daniel le gustaba más decir que éramos como Bugs Bunny y el pato Lucas».

El actor reconoce que tenía ganas de interpretar un personaje cómico pero que todas las comedias que le había ofrecido hasta el momento no le hacían gracia. «Lo bueno de Yucatán es que no se puede definir con una sola etiqueta, que es algo que nos gusta mucho hacer. Deberíamos ir al cine sin saber lo que vamos a ver, pero en esta era de la información en la que vivimos, parece que tengamos que saberlo todo de antemano», subraya. «También queríamos romper con esa idea de comedia española paupérrima, de dos personajes hablando y hablando en un solo decorado».

Fábula moral

Monzón no quería repetir fórmulas, por eso ha intentado hacer algo diferente, una comedia con aventuras, mucha diversión, espíritu hedonista, números musicales, pero también un poco de reflexión en torno al mundo en el que vivimos. Precisamente la película termina con una referencia a Lehman Brothers, cuya caída inició la crisis económica hace ahora 10 años. «Por mucho que digan que estamos saliendo de la crisis, es mentira, y llevamos camino de otra hecatombe, porque continuamos cometiendo los mismos puñeteros errores», continúa. «La gente puede pensar que una comedia no tiene por qué tocar temas serios, pero además de hacer reír, también puede servirnos para reflexionar. ¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí? De eso trata Yucatán».

Para Monzón, la codicia transforma a las personas. «Es como en Los ladrones de cuerpos, tú pareces el mismo, pero en el fondo eres otro. Llegó un momento antes de la crisis que la gente estaba enloquecida, que solo buscaba acumular sin importarle si estaba vendiendo su alma o su dignidad. Si solo tienes un culo, ¿para qué quieres veinte coches?». En ese sentido podríamos considerar Yucatán como una fábula moral (como apunta Monzón, sin necesidad de convertirla en un sermón de Cuaresma), pero también como una reivindicación de la vida y de disfrutarla mientras se pueda. «Como decía el pianista del Titanic mientras se hundía, mientras suene la música, hay que seguir bailando».