Las luces y las sombras, las arquitecturas de chimeneas oblicuas, ventanas flechiformes e influencias cubistas fueron uno de los elementos determinantes de la brillantez de El gabinete del Dr. Caligari (Das Kabinett des Dr. Caligari, 1919), película tardía del expresionismo alemán, dirigida de rebote por Robert Wiene, y escrita por el poeta checo Hans Janowitz y el austríaco Carl Mayer. Arquitecturas opresivas que contribuyeron a crear una atmósfera inquietante y amenazadora.

El guion original contaba los crímenes que cometía el médium Cesare bajo las órdenes hipnóticas del malvado Dr. Caligari, en lo que los guionistas quisieron que fuese una fábula fantástica de cómo el estado alemán usó a sus ciudadanos durante la guerra. Pero Wiene añadió dos escenas al original (una al principio y otra al final), por lo que el relato inicial tomó otros derroteros: la narración de un loco que cree que el director del manicomio es el canalla Dr. Caligari. Con todo, la cinta abrió nuevas vías a la creación y a la mirada cinematográficas, aunque su estatismo teatral hizo señalar a Jean Cocteau que «es un error fotografiar decorados sorprendentes en vez de procurar esta sorpresa por medio de la cámara». Lo cual no impide al experto Román Gubern afirmar que «Caligari fue, junto con Charlot, el primer mito universal creado por el cine».

Bien, pues ese mito tomó vida de nuevo el viernes en Las Armas, ya que Toundra, ese espléndido grupo instrumental que, deudor de formaciones como Joy Division, trabaja con texturas, paisajes y evocaciones en una sugerente mezcla de tempos y músicas, escribió en directo el score (música compuesta expresamente para el filme, distinta de lo que es la banda sonora) de la cinta mientras esta se proyectaba. En su interpretación (que está recogida en el disco más reciente de la formación), Toundra es fiel al expresionismo en el que se inscribe la película, pero, sin abdicar de cierto colorido vintage, lo sitúa musicalmente en una época muy posterior a la de la película. En su score, Toundra juega con estructuras y cadencias de hoy, pero se retrotrae a los hallazgos post-punk e incluso a ciertos detalles setenteros. Con esos materiales (de los que están hechos los sueños, diría el viejo Shakespeare) organiza un corpus sonoro que refuerza tanto la acción dramática de la película como su atmósfera y sus cambios de intensidad. Siempre a la búsqueda de nuevos retos, Toundra se introduce en la consulta del doctor Caligari no como un sonámbulo asesino sino como un paciente lúcido cuyo único crimen es escribir e interpretar música perturbadora. ¡Ahgggg!