En la primera casa que pudieron tener en París Aurora Bernárdez y Julio Cortázar compraron dos mesas, «una para comer y otra para traducir». Y fue ahí donde empezaron a construir una biblioteca que, en un primer momento, «junto a los libros que trajeron de su Argentina natal», ocupaba un trastero. «No se podían permitir una casa más grande», relató ayer Alejandra Bernárdez (sobrina de Aurora), que presidió ayer la entrega del legado literario de su tía a la Universidad San Jorge (USJ). Un acto que se celebró en la biblioteca del centro y en el que estuvo acompañada por el rector de la USJ, Carlos Pérez; el decano de la Facultad de Comunicación, Javier Hernández; la responsable de Actividades Culturales y de Ediciones USJ, Lourdes Diego; y de la profesora del grado en Traducción y Comunicación Intercultural, María Pilar Cardós.

Fue esta última la que reveló el contenido de los fondos de una colección de 2.405 ejemplares que ayer ocupaban dos de las estanterías de la blibioteca y una mesa en la que se podían contemplar varias ediciones de Rayuela, que incluían una firmada a la inversa de puño y letra por el propio Cortázar (que fue marido de Aurora Bernárdez): «El fondo se divide en cuatro partes, las obras traducidas por la propia Bernárdez, su producción como editora de Cortázar, su biblioteca personal (con libros de amigos como Ida Vitale) y los materiales que tenía por ser la albacea de Cortázar (que incluyen títulos propios del autor y su producción traductóloga)», señaló Cardós que quiso destacar de Bernárdez que estaba considerada «la traductora de los mejores. Tanto producía que ni se acordaba de todos los libros que había traducido», reveló la albacea de la biblioteca de la traductora.

REVISAR CAJA A CAJA / La donación, que partió de que Javier Hernández y Lourdes Diego fueron profesores de Aurora Bernárdez en la Universidad Europea de Madrid, es la culminación de un proceso largo: «Cuando falleció, vi su biblioteca que acababa de llegar a El Escorial de París y hablando con Aurora las dos tuvimos claro que para honrar su memoria lo primero que había que hacer era tomar conciencia del legado revisando caja a caja», señaló Diego. Algo a lo que se puso enseguida Alejandra Bernárdez: «Su biblioteca es un mundo autobiográfico que formaba parte de su espacio», indicó la argentina, que definió a su tía como «una persona intelectualmente brillante, nada pomposa y con gran sentido del humor. Ella fue mi guía en la vida y en la literatura, incluso en lo cotidiano».

Una vez que se tuvo conciencia de la importancia del legado y estaba todo catalogado, Alejandra Bernárdez empezó la tarea de buscar «una custodia para él mismo» y así «llegué hasta la Universidad San Jorge, ¿qué mejor lugar para dejar un legado para que la gente joven inicie su camino hacia el conocimiento?», afirmó Bernárdez.

«Este legado -apuntó el decano de la Facultad de Comunicación, Javier Hernández- traspasa nuestros ámbitos porque pasa a ser un patrimonio incuestionable de Aragón y sirve para engrosar el acervo cultural de la comunidad y también para reivindicar a una traductora, una mujer y una creadora».

La biblioteca, explicó Alejandra Bernárdez, comienza con algún libro «de los años 50, que fue cuando realmente la empezaron a construir. Se trajo algún ejemplar de Buenpos Aires y, a partir de ahí, fue armándola». Así como de Cortázar destacaba su costumbre de moldear los libros a su antojo e incluso de escribir en ellos, los de la que fuera su mujer «tienen menos anotaciones», confesó su sobrina aunque «sí hay alguna referencia a algún que otro escritor del que dice que será muy reconocido pero no traduce muy bien... A ella, en realidad, no le gustaba coleccionar, le gustaba leer». Fue entonces cuando Bernárdez explicó una anécdota muy ilustrativa de la pareja que formaba su tía con Cortázar: «Estaban viajado por Italia en tren, en una época en la que eran muy pobres, y estaban leyendo ambos el mismo libro. Julio leía una página, la arrancaba y se la pasaba a Aurora, y así pasaron el viaje», explicó antes de señalar que si algo la definía es que «tenía mucho sentido del humor».

El contenido de la colección que conforma el legado se puede consultar ya a través de la web biblioteca.usj.es junto al contenido del resto de la biblioteca de la universidad. «Para nosotros es una gran alegría y la culminación de meses de laboriosas gestiones para llevar a buen puerto esta magnífica donación por lo que solo podemos mostrarnos satisfechos y con orgullo y mucha gratitud», destacó el restor de la Universidad San Jorge, Carlos Pérez.