INTERPRETES: Orquesta Sinfónica de Berlín, Eliahu Inbal (director)

LUGAR: Sala Mozart del Auditorio

FECHA: Viernes, 12 de marzo

ASISTENCIA: Lleno

La jornada de ayer no era como para sentarse en un concierto y simplemente disfrutar, aunque ya se sabe que la música (la buena música) es un bálsamo para muchas penas. Por pura coincidencia, la tragedia del jueves tenía su reflejo en la sesión programada dentro del Ciclo de Primavera que, durante hora y pico, nos trasplantó a otro mundo, también con dolor y angustia, el de Gustav Mahler.

Judío en una Europa de campante antisemitismo, complejo y atormentado, Mahler volcó su personalidad y su percepción de un mundo que ni comprendía ni apreciaba, en sus largas sinfonías. En ellas, todo el universo debía tener cabida. Su Sexta sinfonía , a veces titulada Trágica , es una de sus obras más perfectas y despliega como casi ninguna otra música sensaciones de desazón, pesadumbre y angustia, mezcladas con arranques sarcásticos y destellos de pasión, porque nada es simple y el dolor, menos.

Puestos a vivir a Mahler (porque esta música es mejor vivirla que escucharla y hay que dejarse llevar de vez en cuando), uno de los intérpretes idóneos del momento es Eliahu Inbal. El director israelí comprende estas obras como pocos y las presenta con intensidad emocional y sabiduría, sin regodearse en demasía en los excesos a la vez que aprovechando los múltiples contrastes para mantener el interés y manipular los estados de ánimo. Inbal aparecía ayer por primera vez en el Auditorio, de la mano de la que es su orquesta desde hace un par de años, la estupenda Sinfónica de Berlín.

Antes del concierto, que únicamente incluía la Sexta , se pidió un minuto de silencio y el director del Auditorio, Miguel Angel Tapia, anunció por megafonía la voluntad del Ayuntamiento y del maestro Inbal de dedicar la sesión a las víctimas de los atentados de la víspera. Después vinieron ochenta minutos de homenaje musical ante la barbarie.

La magnífica profesionalidad de los berlineses fue la mejor muestra de que para poder escuchar estas páginas en condiciones, hay que partir de buen material. Los primeros atriles de los vientos, especialmente trompa y trompeta, tenían trabajo en abundancia, como el septeto de percusionistas, que enmarcaban con feroces toques de triángulos, platillazos, extraños golpes de esquilas o salvajes mazazos la parte más irracional de la tragedia mahleriana.