Treinta años dan para mucho. Mucho que escuchar, mucho que vender, mucho que comprar, mucho que intercambiar. Sí, el Mercat de Música Viva de Vic es un sugerente muestrario de creadores sonoros, pero también una convocatoria para que artistas y programadores hagan sus negocios, pues eso también forma parte del universo musical. Conciertos, intercambios de información, reuniones, conferencias, cierres (o intentos de) de contratos.

El Mercat, que nació con la mirada puesta en Cataluña, ha ido con el paso del tiempo abriendo su horizonte y buscando un equilibrio, no siempre logrado, entre la oferta de artistas de la tierra y la de músicos de fuera, tanto nacionales como extranjeros. Cada director ha dejado su impronta, y el equilibrio mencionado y la variedad de estilos ofrecidos ha sido variable. Pero ya digo que 30 años dan para mucho. En Aragón se intentó en alguna ocasión algo en la línea del Mercat, aunque más modesto, que dinamizara el panorama musical regional en su aspecto empresarial, pero no germinó. Será que somos pocos.

A quienes no compramos ni vendemos nada, el Mercat nos sirve como escaparate de creadores. Y ahí vamos edidión tras edición. Así las cosas, en Vic hemos visto y escuchado a artistas que nos han mostrado músicas diversas, e intercambiado información y opiniones con programadores, mánagers, directores de festivales e incluso con los propios músicos. Personalmente, uno de los aspectos que más me gustan de la programación del Mercat son esos conciertos que reúnen en un proyecto común a intérpretes cuyos artefactos sonoros parecen, a priori, que, más que conectar, van a colisionar. El año pasado, sin ir más lejos, Vic juntó a Vinicio Capossela con Cabo San Roque, y este año el encuentro ha sido entre el Brossa Quartet y The Pinker Tones.

Tengo que confesarles mi devoción por el Brossa Quartet, quien, entre otros álbumes, grabó los espléndidos Músiques de L’Holocausto y Retaule d’avars, este último, consecuencia del espectáculo estrenado en Vic por el Quartet, el contratenor Jordi Doménech, el clavicenvalista Gregori Ferrer y el grupo de rap Falsalarma.

Lo estrenado en la edición de este año responde por el título de Leon, y es una propuesta, articulada en tres movimientos, con la agidada vida del ruso Leon Theremin, inventor del instrumento que lleva su nombre. Es una presentación fascinante, en la que cuerdas y electrónica se enredan para transmitir el vértigo de la trayectoria Theremin.

Por otra parte, dentro de amplio programa de conciertos, les comento a vuelapluma algunos de los que más despertaron mi atención. El del siempre perturbador Niño de Elche (oportuna su elección en pleno debate nacional sobre el flamenco), presentando su muy arrebatador disco Antología del cante flamenco heterodoxo. Caña. También asistimos a otra celebración flamenca muy distinta: la de Kiki Morente, intentando (a ver) distanciarse de la sombra de su padre. Y la actuación de Clara Peya, adelantando el que será su próximo disco (Estómac), deconstructora y conceptual, mostrando contrastes e influencias de lujo,

Más: no hace falta presentar a a la gallega Mercedes Peón, pero sí resaltar su vital oferta de tradiciones folk y contemporaneidad musical. Lo suyo es como una rave de meigas. Ofrecía Deixaas. Alba Carmona, vocalista en los dos últimos discos de Las Migas, vuela ahora en solitario, con brío y rajo, conjugando los tonos flamencos con los aires latinoamericanos. Joana Gomila también reformula el cancionero popular malorquí con argumentos como el free jazz. De la anunciada transgresión de la brasileña Labaq esperábamos más, francamente. Justo lo que dio la muy comprometida Vivi Pozzebón, cantante y percusionista, todo un abanico de ritmos para la celebración consciente. Ah, y Guillem Roma, de preestreno, singular: explorar cómo sus canciones pueden sonar de manera diferente a como fueron escritas y grabadas, en una apuesta en escena con aires de cabaret y acentos latinos. Y el irresistible quitarrista flamenco Juan Gómez Chicuelo, metiendo y sacando su tremenda hondura en territorios musicales de negritud, en un diálogo sinuoso y fluido con sus muy notables músicos. ¡Treinta años!