Donde nada sucede, es donde está la acción. Parece un contrasentido pero no para Arno Camenisch. El brillante escritor suizo consigue darle la vuelta a la realidad en Última ronda (editado por Xordica) para convertir una noche lluviosa, triste, grisona (no en vano es el último libro de la trilogía que así se llama del escritor suizo) y amenazadora sobre la existencia de unos personajes que simplemente están (porque ni van ni vienen, simplemente viven) en un mundo apasionante en el que todo sucede sin pasar.

Es de noche en las montañas suizas y el temporal de lluvia. Tan fuerte que no recuerdan uno igual desde hace ochenta años. Aquel que se llevó por delante varias casas y provocó una tragedia ya que enterró todo un pueblo. Así lo recuerda Silvia mientras enseña el recorte de 1927 de la Gasetta Romontscha rodeada de aguardientes y cerveza en la taberna Helvezia, que está a punto de cerrar para siempre. Un refugio para los habitantes de una pequeña aldea en el que el mundo pasa a una velocidad distinta. Porque todo lo que pasa fuera de esa taberna, en la población, tiene su reflejo en el interior de esta taberna en la que el alcohol y el tabaco pergeñan una realidad en la que el toque de humor de Camenisch nos permite encontrar el resquicio para respirar de una atmósfera cargada.

LA REALIDAD DE UNA VIDA Con Última ronda, el escritor suizo clausura su trilogía grisona (que Xordica saca a la venta en un único volumen el próximo lunes, 17 de noviembre) y lo hace de la mejor manera que lo podía haber hecho, abriendo la puerta a que el lector descubra en los detalles de la memoria la realidad de una vida cotidiana y amplia.

Si en Sez Ner, Camenisch dibujaba un retrato de una sociedad en la que los personajes estaban marcados por su trabajo (y no por su nombre) y en Detrás de la estación la decadencia y la pérdida impregnaban toda la novela, en esta Última ronda el protagonismo se podría decir que recae en la creación de un mundo y un realidad desde la cotidianeidad.

Si uno se dedica a pasar las páginas sin más de Última ronda es posible (de hecho, es lo más probable) que se le escape el verdadero propósito y el principal atractivo de esta novela (de apenas 93 páginas) pero este cierre de la trilogía grisona es una invitación para el paladar, para leer con detenimiento cada página porque no deja de ser una muestra certera de que cuando parece que no pasa nada, todo bulle, de que nuestro cerebro va muchas veces más rápido que nuestra consciencia para retratarnos una realidad que la memoria de Camenisch dicta y que nosotros moldeamos.

Como la vida misma. Como la Suiza de las montañas que bien conoce. Como el bólido que aparece en la portada y que muchas veces hay que detener para contemplar la vida. Arno Camenisch lo ha vuelto a hacer. Ha conseguido atrapar al lector en ese mundo.