CELIA. MI VIDA

AUTORA: Celia Cruz

EDITORIAL: Ediciones B

PAGINAS: 235

PRECIO: 17, 50 euros

Había nacido "en la sección más pobre de un barrio de clase media y trabajadora". A su muerte, el 16 de julio del 2003, el gobernador del estado de Nueva York, George E. Pataki, declaró el 22 de julio, la fecha en que fue sepultada en el cementerio de Woodland, el Día de Celia Cruz. ¿Qué pasó para que una "negrita" de La Habana llegara tan lejos? Celia. Mi vida , autobiografía en la que Cruz trabajó hasta poco antes de morir junto a la periodista mexicana Ana Cristina Reymundo, cuenta su historia.

"Mi primera aparición en el escenario fue el 21 de octubre de mil novecientos algo". Coqueta, Cruz no aclara en que año nació, si en 1925 o en 1924. Lo que sí cuenta es cómo fue recibido su nacimiento en una familia en la que poco antes había muerto la hija recién nacida de su tía Ana: "Prepararon a la niña difunta para el velorio y comenzaron los rezos. Pero tía Ana no lloraba; ... de repente, se inclinó sobre el ataúd donde reposaba su hija, y le dijo: ´Yo sé que algún día tú vas a regresar, y yo te voy a esperar. Para poder reconocerte, te voy a jorobar los deditos". Al poco de nacer Celia, su madre, Ollita --hermana de tía Ana--, vio que su hija tenía "los meñiques bien torciditos".

Fogueada en los años 40 y 50 en los concursos de radio, su ídolo era Paulina Alvarez, "una pionera". Más tarde descubrió a la Sonora Matancera. Y una noche, soñó que estaba en un escenario con "toda la Sonora Matancera" detrás. "Para la dicha mía, no tuve que esperar mucho".

La Sonora Matancera había sido distinguida en 1949 como la formación más popular de Cuba. Su solista entonces era una cantante puertorriqueña, Myrta Silva, que "había decidido regresar a Puerto Rico porque con el dinero que había ganado en Cuba se había hecho una casa enorme en su país".

DEBUT CON ORQUESTA

El 3 de agosto de 1950, Cruz debutó con la Sonora Matancera: "Me cambió la vida porque era una orquesta muy conocida y, musicalmente, era excelente". Con uno de sus miembros, el trompetista Pedro Knight, se casó y vivió hasta su muerte, una longeva relación que hubiera sorprendido al padre de Celia, para quien las artistas no eran sino "mujeres de la vida".

El derrocamiento de Fulgencio Batista, el 1 de enero de 1959, cogió a Cruz en México. A su vuelta, apenas tres semanas después, se encontró con otro país, en el que la música no formaba parte de los intereses revolucionarios: "Se disminuyeron los trabajos, el nuevo régimen cerró todos los casinos y se apoderó de todas las compañías. Era como si los barbudos se hubieran propuesto extinguir la alegría". Un año después, el 15 de julio de 1960, embarcó rumbo a México con la Sonora Matancera sin saber que ese vuelo no iba a tener regreso.

Primero en México y luego en EEUU, la cantante vivió la emigración: "Yo sé lo que se siente al ser un indocumentado". Pero poco a poco, aunque con algunas crisis, su carrera se fue encauzando en EEUU, donde llegó a ser agasajada por Ronald Reagan --"ay, cómo me gustaba a mí", confiesa-- y Bill Clinton, "un hombre sumamente encantador a quien le gusta rumbear".

"Aún me quema el dolor cuando pienso en mi adorada Cuba", escribe, que tras haber intentado en 1961, sin éxito, volver para visitar a su madre moribunda, sólo pudo pisar de nuevo su país, en 1990, en un viaje a la base de Guantánamo. Allí, un viejo trabajador cubano le inquirió si todavía usaba el perfume Shalimar. Extrañada, le respondió que sí y le preguntó que cómo lo sabía: "Porque me acuerdo --le dijo-- de una vez en 1953 que le pedí un autógrafo y usted me lo dio. Aún guardo ese papel que mantiene aquel perfume".