El Studio des Ursulines de París estrenó el 6 de junio de 1929 el cortometraje Un chien andalou de Luis Buñuel y Salvador Dalí. El éxito fue grande y su repercusión enorme en toda Europa. Alberti recordó el regreso de Buñuel a España: «Apareció como un cometa, Luis Buñuel. Venía de París, la cabeza rapada, el rostro aún más fuerte, más redondos y salidos los ojos. Llegaba de mostrar su primera película, hecha en colaboración con Salvador Dalí... El filme impresionó, desconcertando a muchos y estremeciendo a todos aquella imagen de la luna, partida en dos por una nube, que conduce inmediatamente a la otra, tremenda, del ojo cortado por una navaja de afeitar. Cuando el público sobrecogido, pidió luego a Buñuel unas palabras explicativas, recuerdo que este, incorporándose un momento, dijo, más o menos, desde su palco: Se trata de un desesperado, un apasionado llamamiento al crimen».

Debido a ciertas denuncias a la policía y a la censura, la película dejó de proyectarse en el Studio des Ursulines. Pasó a programarse en el Studio 28 durante nueve meses. En Madrid se estrenó el 8 de diciembre de aquel año. El 25 de enero de 1930, Tomás Seral y Casas escribió en La Voz de Aragón el artículo Impresiones. Un chien andalou y el escudo de Aragón, en el que informó del éxito de la película en todos los cineclubs europeos que la habían proyectado y en el congreso celebrado en La Sarraz, donde se presentó a iniciativa de Ernesto Giménez Caballero, director de La Gaceta Literaria en la que Buñuel colaboraba como coordinador de la sección de cine. A continuación, Seral se dirigió al público lector de la ciudad «tan ajeno a los sucesos de avanzada», sorprendido por el origen aragonés de Buñuel, no en vano: «Su valía está harto justificada por su ausencia, pues todos sabemos la fuerza centrípeta que producen nuestras esferas artísticas». Dicho esto, insistió en la necesidad de crear en Zaragoza un cineclub como existían en muchas ciudades del país, según el modelo del Cineclub Español que dirigían Giménez Caballero y Buñuel.

Una de las imágenes más icónicas de 'Un chien andalou'.

Al día siguiente, Narciso Hidalgo confirmó que, a iniciativa de Seral, se habían iniciado gestiones para la fundación del Cine-Club Zaragozano cuya primera sesión se celebró en el cine Alhambra, en la mañana del domingo 27 de abril de 1930. La intervención de Bonifacio Fernández Aldana fue crucial. En aquella sesión se proyectaron La dama de las Camelias, Historia de la brujería y Un chien andalou. Ruiz Castillo introdujo el acto y dio lectura al texto que Giménez Caballero envió sobre la película de Buñuel, y a las reflexiones de Fernando Castán Palomar y Narciso Hidalgo. Hubo aplausos y mucha polémica.

«Hay que rasgarse los ojos para ver», escribió el redactor de La Voz de Aragón (29 abril), que se hizo eco de las palabras de Buñuel: «Lo que quiero es que no guste, que se proteste. Sentiría que os agradase». Sobre la película escribió Fernando Soteras, Mefisto en Heraldo de Aragón (29 abril). En su opinión era «una cosa extraña, desorientadora, con un prólogo alucinante que arranca del espectador un grito dolorido y que ofrece a través de su asunto, escenas plenas de nueva belleza y de inquietante emoción. Un poco extraño todo, muy nuevo, de la más atrevida vanguardia y en su concepción como en su técnica, algo que desde luego no guarda relación alguna con esas vulgares películas de serie que llenan a diario las carteleras de los cines de gran público. Con el espíritu moderno, inquieto, de nuestro paisano Buñuel, rima perfectamente el arte del escenarista Dalí -síntesis, simplificación- y bien hará en seguir cultivando unidos este arte que marca en el cine renovadoras tendencias y nuevas formas estéticas».

La inauguración del Cine-Club Zaragozano ocupó la sección dedicada al cine de Cierzo (nº 2, 5 mayo) y, con el ánimo de evitar «más desmayos de señoras» durante la proyección de Un chien andalou, se aconsejó a los espectadores no intentar comprender la obra, ni buscar coherencia entre las escenas, o inventar un argumento que no existía. Mejor atender a sus autores. «Ha dicho Buñuel que su película no debe entenderse, debe sentirse, que es una venganza del ritmo soso de la vida real, que es una realización de la vida de los sueños y que ha pretendido realizar en ella los deseos, las tentaciones incumplidas, los impulsos bárbaros que la civilización aplasta en nosotros antes de nacer... Los que tratan Un perro andaluz como si fuese un problema de palabras cruzadas, deberían aleccionarse en la broma del título, primera incoherencia, al observar que en la película no hay tal perro, ni andaluz ni chino».

Arrecia la polémica

La polémica continuó y fue motivo de un nuevo artículo en la siguiente entrega de Cierzo (20 mayo), a cargo de Antonio Oriol para quien Un chien andalou no lograba lo que sus autores buscaban, y de seguir por ese camino veía «un cadáver entre los escombros -en buena hora ruinosos-, de un cementerio agobiado de carne pútrida y asfixiada». A lo más, anotó, cumple con la misión de inquietar. La película volvió a programarse en la tercera sesión del domingo 1 de junio y según leemos en La Voz de Aragón se proyectó de nuevo con cortes de censura en los momentos culminantes, por lo que los organizadores se sumaron a las protestas del público.

En julio de 1930, Luis Buñuel pasó unos días en Zaragoza. El periodista Pablo Cistué de Castro coincidió con él en la terraza de un café y viejos conocidos como eran quedaron al día siguiente para charlar sobre Un chien andalou y sus proyectos de futuro. Buñuel le mostró la reseña en La Revolution Surréaliste e insistió en lo ya dicho en otras ocasiones: «He aquí un filme de éxito, piensan la mayoría de las personas que lo han visto. Pero qué puedo yo contra los idólatras de toda novedad, más si esta novedad ultraja sus convicciones más profundas, contra una prensa vendida o insincera, contra esta multitud imbécil que ha encontrado bello o poético lo que en el fondo no es sino un desesperado, un llamamiento al crimen».

La finalidad de Un chien andalou concluyó, era revolucionaria y de subversión moral. Y respetando el deseo de intimidad que exigía Buñuel, Cistué de Castro se mostró cauto en su artículo para La Voz de Aragón (12 de julio). Por su parte, Andrés Ruiz Castillo publicó en forma de entrevista su cita con Buñuel, que tituló: «De Freud a Breton, pasando por Cocteau. Luis Buñuel, Un chien andalou y el Superrealismo (Heraldo de Aragón, 22 julio). El encuentro volvió a tener lugar en la casa materna. Buñuel leía un libro sobre Freud. Sí, el argumento de su película expresaba su total adhesión al pensamiento y a la actividad superrealista. Los personajes hacen lo que hacen porque no pueden hacer otra cosa. Y llegó el momento de las revelaciones: el cine no le interesaba; fue una necesidad de su vida pero la ilusión hacía tiempo que se había desvanecido. No le interesa cultivar el cine como arte sino como un medio de revolucionar las costumbres, de contribuir a esa gran obra de transformación social.