El debate suele acompañar a los proyectos de Lara Almarcegui (Zaragoza, 1972). Y por supuesto no faltó en las reuniones del jurado que determinó las intervenciones artísticas a realizar en las riberas del río Ebro, con motivo de la Exposición Internacional Zaragoza 2008. Finalmente se impuso la sensatez y el apoyo decidido del Gobierno de Aragón hizo posible la firma de un acuerdo por el cual las instituciones se comprometen a preservar durante 75 años un descampado en el meandro de Ranillas, escenario que fue de la Expo’08. Desde el CDAN se gestionaron los permisos y se coordinó la guía que documenta el proyecto Un descampado en la ribera del Ebro. El tiempo es sin duda un factor fundamental en el trabajo de Lara Almarcegui, y en esta ocasión lo conseguido juega a su favor, y por supuesto también en el nuestro; si bien conviene señalar que el tiempo es decisivo en la medida que posibilita la experiencia individual en el lugar elegido por Lara Almarcegui como punto de partida de su trabajo. En cuanto a las razones que la llevan a elegir uno u otro lugar, podemos buscarlas en las respuestas a las preguntas que suele plantear en sus talleres de trabajo e investigación, como el realizado en Las Palmas en 2005: ¿qué posibilidades tienen los ciudadanos de escapar a cierta organización urbana?, ¿qué iniciativas se tienen para resistir o alterar este espacio dado?, ¿qué lugares abandonados hay disponibles? o ¿existe alguna posibilidad de tener una actitud de uso vivo del espacio? Interrogantes que bien pueden relacionarse con las formulaciones del Manifiesto del Tercer Paisaje establecido por Gilles Clément: instruir al espíritu de la no acción como al espíritu de la acción; elevar la indecisión al rango político; y afrontar la diversidad con asombro. Frases afirmativas que, señaló Clément, pueden adoptar también el modo interrogativo.

Lara Almarcegui suele iniciar su trayectoria artística a partir de 1999, con la exposición celebrada en el Stedelijk Museum Bureau de Ámsterdam. Antes de que centrara su trabajo en el análisis de lugares no planificados o abandonados, espacios indecisos al decir de Clément, en los que es posible asistir al progreso de una serie de procesos ajenos a la expansión «caníbal» de lo urbano, en expresión de Mike Davis, sus primeras experiencias pictóricas reclamaban, citando a Richard Long, «causar desorden en lo que uno sabe, destruir ese pequeño universo propio». En su exposición temprana de 1992 en la Escuela de Artes de Zaragoza, ya en el olvido, está el origen de una nueva mirada que decidió atender a los espacios improductivos con la intención de favorecer su reconocimiento, al hacerlos visibles. Fue en 1995 cuando Almarcegui dispuso restaurar el Mercado de Gros, en San Sebastián, apenas unos días antes de ser demolido; con su acción, buscó suscitar la atención de los vecinos sobre un edificio que durante años había sido fundamental en la vida del barrio. En 1997 convirtió en hotel gratuito la vieja estación de tren del municipio zaragozano de Fuentes de Ebro, abandonada durante veinte años. Una acción que animó a la población a reclamar el edificio para uso público.

A partir de aquellos años y hasta la actualidad, se han ido sucediendo las intervenciones de Lara Almarcegui en lugares y edificios situados en los márgenes, prescindibles por estar desprovistos de función, o a punto de perderla; algunos no han sido sometidos a ningún tipo de explotación, otros son el resultado del abandono de una actividad; y todos son espacios de poderosas dinámicas y fragmentos compartidos de una conciencia colectiva y por tanto, cito de nuevo a Gilles Clément, bien pueden considerarse una parte de nuestro espacio vital entregada al inconsciente. José Miguel G. Cortés anotó que Lara Almarcegui posee la capacidad de crear situaciones efímeras en contextos frágiles, de proyectar situaciones y prácticas, experiencias y paseos por lugares vacíos abiertos a cualquier encuentro o relación, en los que todavía es posible ir descubriendo y construyendo geografías o territorios regidos por el azar, el juego o el deseo.

Aragón ocupa un lugar en la cartografía internacional de Lara Almarcegui. El Museo de Teruel conserva en su colección una serie de nueve fotografías Demoliciones, descampados y huertas urbanas (1995-2002), tras obtener la artista una de las Becas Endesa en 2001. En los alrededores del municipio oscense de Barbastro se localiza el Pabellón-ruina (2006). El arte como promesa de ruina, tituló Sergio Rubira su ensayo incluido en la guía que se editó con motivo de aquel proyecto, consistente en la construcción de un pequeño pabellón que no habría de renovarse jamás. Y en Zaragoza, Un descampado en la ribera del río Ebro, localizado en el terreno que se encuentra en el ápice del meandro de Ranillas, generado por la crecida del río en 1461, dentro del Parque del Agua, recupera la historia y la memoria de la ciudad y del Ebro al proteger de la expansión urbanística una hectárea y media de superficie de sotos que casi todos los años es invadida por el río. Un lugar extraordinariamente dinámico capacitado para reinventarse constantemente, según las reglas de la naturaleza y del deseo.