TITULO Saura en las colecciones aragonesas

ARTISTA Antonio Saura

LUGAR Edificio Paraninfo

FECHAS Hasta el 2 de diciembre

Al empeño del nuevo equipo de trabajo del Vicerrectorado de Proyección Social y Cultural de la Universidad de Zaragoza, con el apoyo decidido de su rector, debemos la habilitación de una sala de exposiciones en Paraninfo. Los pasillos no eran el lugar más adecuado . Creado el espacio, se impone una programación acorde con el compromiso renovado que la Universidad ha de asumir con la sociedad; no basta con mostrar, sino que además se impone argumentar lo expuesto.

De esta línea de trabajo participa la exposición inaugural Saura en las colecciones aragonesas que, además de ser un homenaje a Antonio Saura (Huesca, 1930-Cuenca, 1998), plantea una cuestión importante en torno a la cual se impone la reflexión: la naturaleza de las colecciones públicas aragonesas, ciertamente precarias, por lo menos en lo que se refiere a quien fue el más internacional de los artistas aragoneses del siglo XX. Con la excepción de la soberbia Gran Crucifixión , adquirida por la Diputación de Zaragoza en 1976 atendiendo el consejo de Federico Torralba, y de los cuatro bocetos de Elegía (1987), mural pictórico en la Diputación de Huesca, el resto de obras en exposición pertenecen a colecciones privadas y entidades bancarias (De Pictura, Federico Torralba, Ibercaja y coleccionistas anónimos).

Así las cosas, queda claro que de no ser por la colaboración privada de ningún modo pudiera haberse realizado esta exposición, cuyo hilo argumental es precisamente éste.

Lo más sorprendente, sin embargo, es que la selección de obras permite sumergirnos con plenitud en el universo creador de Antonio Saura, que se inicia aquí con dos pequeños cuadros de 1950 y 1951, pertenecientes a la serie Paisajes , en la que la variedad experimental de los primeros trabajos cedió ante la afirmación de un paisaje mental, el verdadero paisaje del subconsciente. Le siguen una selección de pinturas de la amplísima serie Damas que Saura inició en 1953, cuando tras producirse el desmoronamiento del paisaje del inconsciente su pintura experimentó un cambio radical, en el que el gesto pictórico más violento fijó su automatismo en la estructura del cuerpo de la mujer, que sometió a todo tipo de tratamientos teratológicos. A las primeras Damas le siguieron la serie Cabezas de papel , representada en la exposición con la obra Veinte cabezas (en el catálogo titulada Collage ), y los primeros Autorretratos , de formato rectangular para favorecer la distorsión extremosa de la imagen como anotó Saura, uno de los mejores teóricos de su obra pictórica; Autorretrato (1959) y Retrato 69 (1959) corresponden a esta serie. En 1957 nacieron las series Crucifixión y El perro de Goya ; la Gran Crucifixión (1959) y El perro de Goya nº 1 (1985) dejan constancia de la intensidad de la pintura de Saura, siempre en continua metamorfosis.