Salvador Vaga y Matías Tejela cortaron cada uno una oreja en la primera corrida de la feria de San Lorenzo celebrada ayer en Huesca. En sus otros enemigos vieron silenciada su labor. César Rincón, por su parte, se llevó la callada por respuesta en su primero y fue ovacionado en el cuarto.

Se lidiaron seis ejemplares de la ganadería de Parladé, todos ellos bien presentados a excepción del segundo y de buen juego en general, resultando el sexto el mejor del encierro. El juego del ganado resultó en su conjunto más favorable para la disposición de la lidia que la disposición de los tres matadores. La plaza se llenó en más de tres cuartas partes de su aforo.

César Rincón no pudo lucirse con la capa en el primero de su lote, un animal de buenas hechuras y mejores embestidas que fue a más a lo largo de la lidia y con el que Rincón sólo pudo entonarse toreando por el pitón derecho en una faena sin excesivas apreturas, pero con temple y vistosidad. Mató de tres pinchazos y un bajonazo, dando lugar a que sonara un aviso.

Con su segundo, en el que instrumentó los mejores muletazos de la tarde, realizó una labor en la línea más ortodoxa. Volvió a fallar con la espada, escuchando otro aviso pues precisó de dos pinchazos y dos descabellos.

VEGA, ACELERADO

Demasiado eléctrico en su toreo se mostró Salvador Vega a lo largo de toda la tarde, aunque se lució toreando con el capote en sus dos enemigos. Con la franela, en su primero, construyó una faena sin apreturas, que satisfizo a los espectadores de sol y que defraudó a los de la sombra que esperaban del torero de Fuengirola más profundidad en su labor. Se olvidó de torear por el pitón izquierdo, a pesar de lo cual, tras matar de una estocada contraria y precisar de dos descabellos, se le concedió una oreja.

Con su segundo, la faena transcurrió de más a menos, pero en ningún momento acabó de calentar a los tendidos. Para colmo de males necesitó de tres pinchazos y dos descabellos para acabar con el de Parladé.

Matías Tejela se mostró demasiado vulgar al torear con la muleta al primero de su lote, en una labor en la que en ningún momento asentó las zapatillas en la arena. Mató de pinchazo, media estocada y descabello.

Con el que cerraba plaza, en una labor demasiado triunfalista, el torero, más pendiente de las inquietudes de los tendidos de sol, no acabó de cuajar ninguna serie estimable. Su labor sólo llegó a los tendidos en sus últimos compases con molinetes de rodillas y un desplante. Mató de estocada y aunque se le pidieron las dos orejas, el presidente, con buen criterio, le concedió sólo una.