Madrid vivió ayer otra corrida para olvidar, ya que fue aburrida y, además, pasada por agua. Se lidiaron cinco toros de Arauz de Robles, muy desiguales de presencia, bajos de raza y apagados, aunque sin mayores dificultades, salvo segundo y quinto. El primero fue un sobrero de Carlos Núñez, encastado y con un buen pitón derecho.

Antonio Barrera: dos pinchazo, casi entera perpendicular y descabello (silencio); y estocada y descabello (silencio tras un aviso).

Rafael de Julia: estocada (silencio); y estocada baja (pitos).

Iván Vicente: buena estocada (silencio); y pinchazo y estocada (silencio).

Ni un lance, ni un muletazo, ni un gesto, nada para recordar. Y esta vez no valen excusas por los toros, que los hubo y buenos. Preocupante la segunda alternativa, que a estas horas se estará planteando Antonio Barrera, que no fue capaz de bajar la mano, de llevarle y someter para torear a la res que le tocó en suerte.