Entre las obras del siglo XX que se presentan en la galería del primer piso del Museo de Zaragoza destaca la Venus de Baviera de Honorio García Condoy (Zaragoza, 1900-Madrid, 1953) que se incorporó a la colección en 2011, mediante proceso de dación como legado testamentario de su propietario Joaquín Maza Ruba, que se hizo público al año siguiente. Con motivo de la selección de la escultura en la exposición Luces de la ciudad. Arte y cultura en Zaragoza 1914-1936, celebrada en 1995, intentamos que fuera donada al museo para asegurar su conservación. No fue posible entonces pero lo importante ahora es que la obra está protegida y expuesta al público, lo que no ocurría, al menos, desde finales de los años sesenta cuando cerró la cervecería Baviera. En 1975 la escultura se presentó en la exposición Honorio García Condoy, en 1995 en Luces de la ciudad y en 2000 en la muestra de homenaje a Honorio García Condoy en el centenario de su nacimiento. Manuel Pérez-Lizano, Margarita Vela y Manuel García Guatas son algunos de los autores que se han aproximado a la trayectoria del artista y, en concreto, a su Venus de Baviera.

DE VENUS A BAILARINA / En un año incierto, entre 1930 y 1932, y en circunstancias que se desconocen, aunque todo apunta que con motivo de la apertura de la cervecería Baviera en el Paseo Independencia, en los actuales números 23 y 25, Honorio García Condoy modeló en escayola la escultura de un gran desnudo femenino, que se ubicó en la entrada del local. La altura de la obra, de 1,88 m, permitió instalarla directamente en el suelo, sin pedestal. Defiende García Guatas que más que una Venus clásica, la obra representa a una bailarina moderna, argumentando que el Baviera además de cervecería ofrecía sesiones de baile en el local de su planta baja. Sea como fuere, los clientes del Baviera, entre los que se encontraban el grupo de escritores y artistas de la revista Noreste, dirigida por Tomás Seral y Casas, que allí tenían su tertulia, convivieron con la escultura de Honorio, el amigo que ya en 1927 anunció su viaje a Madrid dadas las nulas expectativas que Zaragoza ofrecía para el desarrollo del arte y de la cultura. En 1931, la decisión de abandonar para siempre la ciudad se hizo firme tras el agravio sufrido en la convocatoria de becas de la Diputación Provincial de Zaragoza. Como despedida sus amigos le ofrecieron una cena homenaje en la Posada de las Almas, con ajo arriero en el menú para recordar al jurado de las becas, y sin brindis. Honorio no se fue del todo en un primer momento; hasta 1932, cuando participó en el IV Salón de Humoristas Aragoneses, organizado por la Diputación Provincial de Zaragoza, y celebró su última exposición individual en la ciudad, en el saloncillo de Heraldo de Aragón. El éxito le acompañó en la Nacional de aquel año, con la obtención de una segunda medalla.

1932 sería, por tanto, la fecha límite de la Venus de Baviera, que sigue el modelo iniciado en 1927 con la escultura de la Venus del Ebro, encargo del Centro Naturista de Helios, que sólo se conoce a través de fotografías. Fue un paso importante en la evolución del escultor, una vez superada la influencia que en él ejerció el austero realismo de Julio Antonio.

La modelo de la Venus del Ebro fue Guadalupe Fernández, su futura esposa, quien recordó aquel momento: «Uno de los grandes halagos que me hacía, era decirme que era una escultura griega. Evidentemente, encontré la propuesta un poco atrevida pero como en el amor todo es posible, acabé por posar para su Venus del Ebro, haciéndolo después para algunas otras más». Con la Venus del Ebro, la Venus de Baviera comparte, además del tamaño natural, la rotundidad de los volúmenes y el progresivo afecto de Honorio García Condoy por la expresividad arcaica de los rostros, acorde con la preferencia por lo primitivo de las vanguardias.